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Febrero trajo consigo caídas fuertes y sorpresivas en los mercados accionarios en Estados Unidos, Europa y Asia. Sólo el día de ayer 8 de febrero, los índices accionarios de las bolsas de valores en Estados Unidos cayeron dramáticamente: el índice Dow de la bolsa de valores se redujo en 4.15%, el índice del mercado de tecnológicos Nasdaq un perdió 3.90% y el índice comprensivo S&P 500: se redujo en un 3.07%. 

Las pérdidas acumuladas en cuestión de tres días de mercado superan el billón de dólares, un monto similar al que esperaba devolverle a las personas más adineradas y a las empresas más grandes de ese país, principalmente, la reforma tributaria del gobierno de Trump, que se aprobó en diciembre pasado.

La retórica con la que se vendió ese recorte de impuestos era la de que al “devolverle” esos impuestos a las empresas y personas, aumentaría el consumo, la inversión y los salarios.

El asunto es que, en efecto, el recorte de impuestos en un país en el que sí se pagan impuestos por parte de cada empresa y cada persona,  con casi completa formalización y una rígida fiscalización tributaria, supone un estímulo enorme, gigantesco, a la economía del país.

Un estímulo que, más que la inversión, llevará a un aumento del consumo de esas personas y los propietarios de las empresas.

Un empujón que la economía no necesitaba, y que llega en el peor momento, pues la economía ya estaba recalentada: la tasa de desempleo está bien por debajo del 5% y en mínimos de 42 años, los salarios están aumentando y el déficit de comercio (la diferencia entre exportaciones e importaciones) sigue creciendo, para satisfacer el apetito insaciable de los consumidores.

Así, no sólo la retórica del recorte de impuestos no va a funcionar, pues el recorte difícilmente producirá un mayor crecimiento a largo plazo, sólo llevando a un inconveniente aumento del ciclo económico.

Además, este empujón se une a la terminación del estímulo monetario que desde 2009 ha venido haciendo el banco central estadounidense, para superar la crisis de las hipotecas de ese año, con de bajísimas tasas de interés y de literalmente imprimir dinero para estimular la economía.

El crash no es pues una corrección. Es una lección de economía básica para un presidente desinformado, obsesivo en ideas erradas, que comenzó a aprender a ejercer el poder. Una lección que pagan todos los que creyeron en ese mercado y ese gobierno.

La lógica errada de estas políticas á la Trump demuestran el enorme costo de aprender de economía, de temas nacionales, cuando se llega al poder. Y no antes.

Si pasó en Estados Unidos, pasará acá en Colombia.

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