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Esta semana, el profesor e investigador Alejandro Martínez* de la Universidad Externado es quien escribe está columna.

Biocentrix, sistemas de vida, bio-centrismo, transición, sostenibilidad, agroecología, y otras expresiones para nombrar el campo de posibilidades y la emergencia necesaria e imprescindible ante el desborde de este sistema biofagótico, fagobiótico, consumo céntrico que devora vida y la excreta poniendo en jaque la humanidad y su entorno de humanización.

Biocentrix quiso ser, entre otras palabras, una forma de nombrar un algo que nos está ocurriendo, y el estupor por la constatación de que ese “algo” está pasando de una manera confusa y desconcertada. Se trataba de poner en algunas palabras un movimiento existencial humano de gran parte de la especie que comienza a volcarse sobre sí misma en búsqueda de una posibilidad de ser gentes (pluralidad de personas) sin terminar de destruir lo que nos hace humanos y el entorno que nos hizo eso, precisamente personas-humanas. 

Biocentrix fue presentado entre algunos amigos y cercanos como la forma de nombrar un desplazamiento humano, un desde dónde y hacia dónde. Una decisión de direccionalidad hacia la sostenibilidad de la vida y del entorno donde la vida humana ha sido vida y humana. En cuyos límites de degradación nos arrinconamos, algunos con espanto, otros con desdén y la mayoría con ignorancia. Recibí toda clase de respuestas a la enunciación de biocentrix y ninguna positiva; en general, pude percibir un desentono de la palabra con lo que quería comunicar, sonó simplemente como algo artificial y artificioso. Poco a poco he ido renunciando a su uso y difusión y aceptando que lo que me pareció una profunda inspiración capaz de contribuir a movilizar nuestros restos de humanidad, resultó soso, falto de interés, brillo y hasta un poco ridículo, de un momento a otro, la gran iluminación se me volvió una pendejada personal de la que ahora puedo reírme con algo de saña.

No obstante, ante esta derrota de la imaginación; considero imprescindible continuar buscando palabras capaces de movilizar este tejido de conversaciones sobre qué es lo humano y la capacidad que tenemos para dirigir esa tesitura centrada en la depredación y el consumo hacia otra, orientada a la vida y su sostenibilidad. Se trata de encontrar no un verbo o un adjetivo, sino uno un vocablo, una “palabra” que soporte la densidad y la espesura del momento y de las formas que necesitamos para movernos desde el estupor, la cómoda ignorancia o el desdén. Estamos hechos de palabras, de conjugaciones y de adjetivaciones y entre ellas algunas han sobresalido y sobrevivido a siglos, arrastrando multitudes en pos de ellas; son muchas, algunas de las más conocidas y usadas: amor, cruz, Dios, humanidad, vida, guerra, capital, social, riqueza aun empujan y arrean multitudes abigarradas. Detrás de estas hay otras cómplices como: eternidad, tiempo, espacio, alimento, gloria, destino, superioridad, estratificación, separación. Hoy además de un para dónde y un nosotros, necesitamos con urgencia un qué y es la palabra-obra que requiere el tiempo y que como no aparece, mientras tanto la perseguimos, ensayando otras ya conocidas con nuevas acepciones y combinaciones: “casa, región, comprensión”.

Casa:  volver a nuestras propias habitaciones y maneras de estar y habitar en tres niveles: el hogar, el entorno y el planeta. Hay que reconocer que no vivimos en un parqueadero o una mina, sino que nuestra casa, nuestro sitio y lugar es este planeta azul que nos ofrece hogar habitación y habitabilidad. Entonces bio-centrarse es reconocerse contribuyendo a la destrucción del propio hábitat, pero al mismo tiempo también capaces de reorientar, cambiar, transformarnos desde el ámbito de la intimidad y el cuidado de los próximos. Tal vez hay palabras que pueden ayudarnos a transitar esas formas que necesitamos cuando cerramos la puerta de nuestras viviendas y el mundo queda afuera.  La combinación de esta fuerte palabra con vida es “Bio-casa”. 

Región: poner la vida en el centro es reconocer igualmente que en un segundo nivel existimos en espacios más allá de nuestras cuevas, casas y apartamentos y que somos con otros y otredades que en su conjunción y dinámica originan la condiciones para la vida y para la vida con dignidad humana y ecológica. De igual manera de la sumatoria aparece la palabra compleja y compuesta. “Bio-región”.

Comprensión: La última conjugación de palabras viene de la propia necesidad de “ver” el momento e indagar por una forma lingüística generada de este reconocimiento de la ceguera propia y colectiva. Sale de preguntarse por el cómo descifrar el tiempo actual. El hoy personal, social y de la humanidad, que en su mayoría continúa empeñada en sostener morideros a múltiples escalas. Hace mucho tiempo que el planeta dejó de ser un buen vividero para las especies animales y vegetales, ellas y nosotros nos ahogamos en ese grito inaudible e incomprensible “de la tierra y de los pobres” como dice “Francisco, el Papa”. Escuchar, ver, comprender ese grito-palabra no surge, sino del entendimiento profundo de lo que nos está pasando y estamos haciendo pasar a los otros y a lo otro: “Bio-Comprensión”.

Estas palabras: Habitabilidad, regionalidad, comprensión en clave bio-centrada pueden hoy ser igualmente fatuas como biocentrix de la que ya me arrepentí oportunamente, sin embargo, las escribo y las dejó ahí en el tablero de la Maestría Transdisciplinaria en Sistemas de Vida Sostenible que tengo la alegría de dirigir, en la mesa, para conversar con los que se sientan a ella y en la huerta, el pedazo de tierra que se me dio para cuidar. Las entrego ahí, para conversarlas, a manera de constancia de una búsqueda y un camino comenzado y de una necesidad profunda de enunciación y comunicación alrededor de las posibilidades abiertas de la vida y su sostenibilidad. 

* Alejandro Martínez A. Ashoka Fellow, aprendiz de Pedagogía de la Ternura y de producción agroecológica. Director Maestría Transdisciplinaria en Sistemas de Vida Sostenible Universidad Externado de Colombia. 

Fuente

Sistema Integrado Digital

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