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Hace más de 35 años, el dueño de un radioperiódico tunjano ponía un servicio social en Radio Única que decía: “Se necesita bachiller bien presentado que sepa escribir a máquina”, y eso era un periodista para él.

Hoy, a través de las redes sociales, un sugestivo aviso convoca para lo mismo a un “profesional en comunicación social, periodismo, producción audiovisual, publicidad, marketing político o carreras afines, con mínimo dos años de experiencia (después de graduado) en desarrollo de comunicación digital (Elaboración de textos, de contenido audiovisual y gestión de redes sociales),conocimiento para manejo de CMS- administrador de contenido wordpress- y el plugin Divi Builder y manejo de adobe premier, ilustrator, audition y after efects”.

Para que la radio transmitiera un acontecimiento antes había que pelear a muerte por el único teléfono que había en una casa, una tienda o un sitio público, como ocurrió por ejemplo el 24 de junio de 1935 con la muerte de Gardel en el Olaya Herrera de Medellín, o en los finales de las primeras Vueltas a Colombia.

Ahora no es necesario pagar la exclusividad del teléfono ni darse trompadas con nadie para lograrlo, porque existen los "quantum", que son equipos de audio de conexión IP, o el "comrex" que permite transmitir remotamente o el "cleanfeed", que es una aplicación que desde un celular permite hacer informes o programas completos de radio.

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Hasta hace muy poco cabía una definición que indicaba que la radio crea imágenes con palabras o es la televisión de los ciegos, por aquello de construir narrativas con voces, sonidos y música.

Ahora, por la convergencia de plataformas y de lenguajes, la radio no solamente se escucha sino que se ve y se lee, porque -literalmente- la radio ya no es la radio.

Antes un locutor saludaba desde la cabina de una emisora que solo era posible captar en un municipio colombiano y podría decir “buenos días Cucaita, buenas noche Japón” y la gente sabía que era jodiendo y se reía de la imaginación de su hombre del medio de comunicación local.

Ahora que se ha consolidado eso de la aldea global que imaginó Marshall McLuhan, la red de redes permite que se pueda decir buenos días Cucaita, buenas noches Japón,  buenos días Malasia, media tarde Finlandia, feliz amanecer en Australia , y con una gran probabilidad de ser escuchados gracias a la robustez y a la cobertura de internet.

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Podría decirse que no solamente han cambiado las plataformas, a causa del avance fenomenal de la tecnología, sino que inevitablemente las rutinas y las maneras de abordar las noticias y las historias.

Ryszard Kapuscinski aseguraba que en el ejercicio del periodismo hay que privilegiar cinco sentidos: “ESTAR, VER, OIR, COMPATIR, PENSAR”.

Todos esos principios rectores del ejercicio de la reportería parecen haber sido  desestimados para siempre y es posible que el único que se mantenga sea el de “compartir”, no importa la manera, el modo, el contenido.

Ya no es necesario estar, porque para eso hay reporteros de Twitter y el Whatsapp que han reemplazado esa vieja rutina de ir a los despachos públicos y a las fuentes de información, por lo menos por el boletín o el poligrama.

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En algún momento, Twitter era una especie de divertimento y algunas empresas periodísticas bloqueaban el acceso a él como si fuera una página porno, mientras que los jefes de redacción advertían que no era una fuente y ahora no es solamente fuente sino que se gobierna desde allí.

Antes los periodistas tenían que ir a los lugares para percibir y contar y ahora la tecnología es la mediadora y nada parece ser real, no hay narrativas desde lo que palpamos, sino que todo se construye desde la mediación de otros relatos.

Todo se ha vuelto virtual y, por ejemplo, la idea que tenemos de Ruanda es lo que vimos en películas como “Disparando a los perros” o “Hotel Ruanda”;  el Pablo Escobar verdadero parece ser el Netflix y uno no sabe si Simón Bolívar es el verdadero o es Pedro Montoya, quien  lo representó en la serie “Bolívar el hombre de las dificultades”.

Todo ha cambiado inevitablemente y la tecnología nos brinda ahora un mundo de posibilidades inimaginado y en contravía de la nostalgia, podría decirse que este es el mejor momento para el periodismo.

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La vieja discusión sobre si la tecnología es buena o mala está zanjada y es bueno entender que no podemos anclarnos en el pasado y que se deben aprovechar todas las herramientas y los recursos contemporáneos.

Estos tiempos demandan un periodista multitareas, la narrativa es transmedia, eso se sabe, pero también a veces hay que entender que es necesario hablar periodismo, de rutinas que garanticen productos de calidad, de la responsabilidad, de la ética, del rigor y la pertinencia de esos lenguajes que han sido instaurados para defender la libertad y la democracia.

Fuente

RCN Radio

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