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Por definición "déjà vu" es un término francés que, literalmente, significa "ya visto"; una sensación muy curiosa y sorprendente que inunda nuestra mente por algo que nos está ocurriendo en tiempo presente pero que creemos haberlo vivido antes.

Pero hoy no hablaremos de los misterios de la mente humana y sus inesperadas actuaciones a las que dedican su vida los científicos y estudiosos del cerebro humano. Más bien, la idea es aplicar el término para explicar que llevamos tantas décadas hablando de lo mismo, sintiendo lo mismo y viendo lo mismo, que bien podríamos estar asistiendo a déjà vu de cara a nuestras tragedias, nuestras masacres y nuestros exterminios.

Me decía un colega hace apenas una semana, cuando se estremeció el país con la masacre de cinco indígenas del resguardo Tacueyó, en Toribío (Cauca), que la historia volvía a repetirse. Y yo le comentaba que quienes nacimos en la segunda mitad del siglo XX y los mismos primeros diez años del XXI lo hicimos y crecimos inmersos en la violencia.

Las primeras imágenes que nos impactaron en televisión, los primeros relatos que escuchamos en las emisoras y las primeras historias que leímos en los periódicos y revistas desde que tuvimos uso de razón hablaban de ríos de sangre, de injusticias, de impunidad, de ataques a pueblos indefensos, de luchas de poder por el dominio de los territorios, de descuartizados, de cadáveres flotando río abajo, de miles de tumbas de N.N., de viudas, huérfanos y desaparecidos.

Entonces a medida que crecimos, las distintas manifestaciones de violencia se nos fueron convirtiendo en el día a día de nuestras vidas, un episodio más, un muerto más, una vida menos. Un combate nuevo tan parecido al anterior, un secuestro masivo tan similar a los demás que empezamos incluso a confundir las fechas y los escenarios donde iban ocurriendo. ¡Perdimos hasta nuestra capacidad de asombro y se nos enfrió hasta la sangre que alguna vez hirvió de rabia e impotencia!

Y aquí vamos, sin que las cosas hayan cambiado mucho en lo esencial. ¿Quieren un ejemplo real? “La Masacre de Tacueyó fue una matanza ocurrida entre noviembre de 1985 y enero de 1986 en el corregimiento de Tacueyó, municipio de Toribío en el departamento del Cauca, y perpretada por la guerrilla “Comando Ricardo Franco Frente-Sur”, según Wikipedia en la que más adelante agrega que: “…los 164 guerrilleros asesinados de su propio grupo, según ellos, eran infiltrados o informantes del Ejército Nacional de Colombia o la CIA”.

El escenario fue el mismo donde el pasado 29 de octubre de 2019 ocurrió otra masacre, en la que solo que cambiaron sus protagonistas, sus victimarios y su número (fueron cinco personas, entre quienes estaba la gobernadora indígena Cristina Bautista); pero las demás circunstancias del múltiple crimen parecieran repetirse como en un déjà vu.

O lo ocurrido con el exterminio de la Unión Patríotica, o genocidio de más de mil 500 personas que pertenecían a ese movimiento político entre las décadas de los 80 y los 90, historia que ahora vuelve a repetirse pero con las comunidades indígenas, los líderes sociales y los defensores de derechos humanos. Otro déjà vu.

A comienzos de esta semana, la primera de noviembre, el presidente Duque ordenó al término de un consejo extraordinario de seguridad que dirigió en Popayán, ejecutar con total celeridad el plan de inversión social pre establecido para el departamento del Cauca, dada la gravedad de la crisis humanitaria y ante cifras tan escalofriantes como la que contabilizó 16 personas asesinadas en menos de una semana.

Ojalá se apliquen las órdenes del Ejecutivo sin dilación y con la total voluntad de frenar la violencia generalizada. Ojalá se logre tender los puentes de confianza entre las comunidades víctimas de los ataques y las instituciones, en las que ya no creen por tantos casos en los que se ha demostrado, han estado del lado de los ilegales y de los delincuentes.

Hay que aplicar los acuerdos de paz, brindar los recursos, impulsar el trabajo en los PDETS que iniciaron actividades en todo el país el pasado primero de noviembre. Hay devolver la confianza y la esperanza. Hay que dejar de revivir episodios del pasado que como en los déjà vu, vivimos por instantes en el presente pero que sentimos que algo exactamente igual o parecido, ya lo habíamos sufrido, llorado y padecido.

Fuente

RCN Radio

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