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Era el año 1950 y en pleno auge de las emisoras comerciales en Colombia, un grupo de intelectuales encabezados por Álvaro Castaño Castillo, Gonzalo Rueda Caro y Eduardo Caballero Calderón buscaba afanosamente una emisora, preferiblemente quebrada, para iniciar un proyecto de programación cultural que fuera alternativa a lo que hacía para entonces la Radio Nacional.

Castaño Castillo se planteaba con su coloquial estilo cachaco que los medios de entonces debían establecer como obligatorio el triángulo entre noticias, entretenimiento y cultura, con el insumo más importante con el que surgió su emisora para la inmensa minoría.

-“Carajo, no hay derecho a que sigan ignorando la dosis de cultura que debe haber en los medios de comunicación. La noticia es tratada divinamente en Colombia, la información de entretenimiento es dudosa y la pobre culturita tiene una cuota infeliz”, se planteaba Castaño para entonces, en un dilema que se mantiene hoy desafortunadamente.

En medio de un ambiente político caldeado en el que los liberales temían que se incrementara la violencia partidista con la llegada a la presidencia de Laureano Gómez, el escritor Caballero Calderón había sido duro crítico del nuevo gobierno y tuvo en principio la intención de hacer un radioperiódico de oposición.

-“Yo lo convencí de hacer algo cultural y además le insistí que era conveniente comprar para no depender de un gerente que podía llegar malhumorado”, relató Castaño Castillo para Radio Nacional.

-“Pero si todos somos pobres”, contestaron los asistentes a los encuentros en los que Castaño insistía en la necesidad de trabajar en algo propio.

-“Yo les dije que en río revuelto ganancia de pescadores y que debía haber unas cuantas emisoras náufragas que con el surgimiento de las grandes cadenas quedarían reducidas a nada”, expresó.

Entonces conoció a Gustavo Uribe, conocido como el caballero de la radio, quien había fundado en  1931 la Voz de Bogotá y con quien se tomó unos whiskys en el Jockey Club.

Uribe le dijo tajantemente: “Yo vender mi emisora, por ningún motivo viejito”, pero luego le insistió en que “había un montón de tipos quebrados y vaciados con ganas de vender”.

Eran mejores los tiempos para la prensa escrita y el mes de abril de ese año los hermanos Lloreda habían fundado el periódico conservador El País de Cali.

Cuando estaba por claudicar en su empeño Castaño Castillo conoció a un señor llamado Caicedo Ibáñez y Marciales, propietario de una emisora llamada Radio Granadina y que antes se había llamado Ecos del Tequendama y a la que estuvo vinculado el compositor de El Cucarachero, Jorge Añez y que por ello “tenía cierto barniz cultural”.

Apareció finalmente una emisora quebrada y un personaje que quería vender y que Castaño describió como “un tipo simpático, muy bogotano y de ciertas luces intelectuales”

-“Les tengo una noticia del carajo. Tanto he sobado que encontré unos tipos que venderían”, les dijo Castaño a sus compañeros de aventura radial.

Agrega que luego de conseguir “una platica” se fue para la notaría a firmar la escritura de compra en compañía de Eduardo Caballero Calderón, Gonzalo Rueda Caro, Alfonso Peñaranda Roa y los hermano Martínez, para dar vía libre al más portentoso proyecto cultural en la radio que se llamó  la Emisora HJCK y que inició labores un 15 de septiembre de 1950.

Así empezó, hace 68 años, la historia sonora de un medio que en el año 2014 entregó al Gobierno nacional más de 16 mil archivos con las voces de los importantes escritores colombianos y latinoamericanos y cultores de todas las disciplinas intelectuales con un valor histórico inigualable.

 “El sitio en el que iniciamos las labores era una choza inmundita en el sector de Puente Aranda en Bogotá en la que no había torre sino un alambre y allí mismo vivían apretujados los miembros de la familia que cuidaba la casa”, recordaría Álvaro Castaño Castillo, muerto el 9 de agosto del año 2016.

Fuente

RCN Radio

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