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Hace dos años, el 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró oficialmente que existía la pandemia del coronavirus tras informar que había 4.291 muertos y 118.000 casos en 114 países. Muchas cosas pasaron durante estos dos largos años de confinamiento e incertidumbre y muchas otras dejaron de pasar.

En Colombia el covid-19 ha dejado más de seis millones de personas infectadas y cerca de 140.000 muertos. En el mundo han sido más de 450 millones los contagiados y más de seis millones los fallecidos. Todas cifras aterradoras. Algunos por no sé qué clase de suerte del destino hemos podido contar el cuento, pero mucha gente valiosa sucumbió a la peste en Colombia y el mundo. Que sea un momento para recordarlos y para agradecer el privilegio de estar vivos.

Cuando la peste tenía en jaque a la humanidad pensábamos o soñábamos con que este drama universal haría que, de superarlo, nos convertiríamos en mejores personas: acaso más solidarias, más compasivas, más generosas, más amorosas, más comprensivas, más tolerantes, más honestas, más sencillas. Cuán equivocados estábamos. 

La realidad local, nacional y mundial nos ha mostrado que estábamos meando fuera del pote. Hoy vemos la misma violencia, la misma corrupción, la misma inseguridad, la misma intolerancia, los mismos rencores, los mismos odios, los mismos trancones en las calles. Si no más. Y eso que hay que aclarar que la pandemia no se ha terminado, así estemos a punto de superarla y de que pase a ser una endemia. Por eso todavía no se puede hablar de pospandemia: hacerlo es una riesgosa imprecisión, es sólo pensar con el deseo.

La gran paradoja de los bichos humanos es que estamos superando la plaga del coronavirus pero para matarnos ahora en una potencial y exterminadora Tercera Guerra Mundial; para presenciar la genocida invasión de la Rusia del déspota Vladimir Putin a Ucrania frente a la relativa pasividad del mundo. ¿Tiene esto algún sentido? Resistimos, nos estamos librando del virus del covid-19 para, a renglón seguido, aniquilar con bombas nucleares la especie específica homo sapiens –a veces no tan sapiens- y todo rastro de vida sobre la Tierra. ¿Cómo puede ser posible? Resultó más peligroso el virus de Putin que el covid.

Por si este panorama apocalíptico fuera poco, entre la pandemia y la eventual guerra mundial Colombia se debate en un crucial proceso de elecciones legislativas y presidenciales. Acá también se advierte una variopinta plaga de bichos políticos de todas las tendencias y calañas. Se habla muy mal de los políticos, con razón, pero en medio de tanta paja se puede encontrar algo de grano.

Por supuesto no les voy a decir por quién deben votar ni influir siquiera en esa decisión. Ni que fuera candidato, o jefe político o promotor de candidaturas. ¡Faltaba más! Tampoco les voy a contar por quién voy a votar yo. Lo que sí les quiero decir es que todos los ciudadanos tienen el deber y al mismo tiempo el derecho democrático de votar, así sea en blanco cuando ninguno de los candidatos lo convenzan. Es preferible para la democracia votar en blanco que no votar. Además, el que vota tiene una mayor autoridad moral para exigirles idoneidad, honestidad y cumplimiento a los gobernantes y congresistas elegidos.

En cambio, les voy a contar por quiénes no voy a votar, ni en las legislativas, ni en las presidenciales, ni en las consultas:

-Por los mismos de siempre, que han gobernado o legislado pésimamente a este país desde hace decenios;
-Por criminales, ladrones o corruptos;
-Por clientelistas que han envilecido desde siempre la política colombiana;
-Por gente vinculada o cercana al narcotráfico o el paramilitarismo;
-Por castas o clanes mafiosos, regionales o nacionales, que se adueñaron del erario y de los contratos de sus feudos;
-Por los que compran votos y negocian elecciones;
-Por los que son amigos de la guerra y, por ende, enemigos de la paz;
-Por los que priorizan o quieren más a los animales que a los seres humanos (animales racionales, así no todos lo sean);
-Por los que plagian sus trabajos de grado o falsifican sus títulos académicos;
-Por los que se han opuesto a la moralización del Congreso y a bajarse ese salario obsceno que devengan inmerecidamente en esta tan desprestigiada institución;
-Por brutos, ignorantes, incapaces o cínicos.

El listado podría seguir, pero acá está condensado lo más relevante de mis aversiones. Ustedes saquen sus propias conclusiones. Sé que no tengo muchas opciones, pero en medio de tanto ripio se encuentra uno con alguna perla, con algún diamante así sea en bruto. Que Eunomia, hija de Zeus y Temis, diosa griega de las leyes, la legislación y el gobierno, nos coja confesados.

Fuente

Sistema Integrado Digital

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