Cargando contenido

Ahora en vivo

Seleccione la señal de su ciudad

Como Luis XIV, muchos gobernantes y dirigentes políticos creen que el Estado son ellos. Se sienten los mesías, los redentores de Francia, o de Colombia o del mundo. Se creen unos monarcas resplandecientes, precisamente como Luis XIV de Francia, el llamado Rey Sol. Los planetas giran alrededor del astro rey, símbolo del orden y el esplendor, así como los hombres y el pueblo francés debían hacerlo en torno al monarca. Cualquier parecido con la realidad colombiana de los últimos años es mera coincidencia. No en vano fueron 72 años de monarquía absolutista, la que a la postre, un siglo después, se vendría al traste con el advenimiento de la Revolución Francesa en tiempos de su nieto, el guillotinado Luis XVI. Pero no voy a hablar de política por más de moda que esté. Voy a referirme a una manifestación mucho más inspiradora, sublime, bella, reluciente y poética: la música. Y más exactamente a la música clásica. Y más precisamente a la música antigua.

La música antigua comprende estos periodos de la historia: Música de la Edad Media (500-1450), Música del Renacimiento (1450-1600) y Música del Barroco (1600-1750). En este contexto histórico, de la maestría del erudito estudioso y destacado intérprete catalán Jordi Savall y de su viola da gamba, y de la afinada mano de su orquesta, “Le Concert des Nations”, tuve la oportunidad de extasiarme con el prodigio barroco de las fiestas de la corte y el Palacio de Versalles. Un exquisito viaje por la Francia de los siglos XVII y XVIII. Nada más alejado del barullo de la política colombiana. Como irse a ver ballenas al Pacífico, dirán algunos. Sí, pero sin las obligaciones de un líder político y sin votar en blanco. 

Cuando comenzaron a sonar los primeros acordes evocadores de la viola da gamba y del clavecín, yo ya no estaba en el Teatro Mayor. Me había transportado mágicamente al siglo XVII para instalarme en el Palacio de Versalles. El ensueño se prolongó durante todo el maravilloso concierto de Savall y su orquesta. Una de las ovaciones más sonoras y prolongadas que se hayan vivido en el Santo Domingo al final de la presentación me aterrizó de nuevo en la cómoda butaca del vibrante escenario. 

El maestro español, que es uno de los mayores conocedores e intérpretes de esta música histórica en el mundo, estaba de nuevo en Bogotá para regocijo de todos los que admiramos su trabajo y adoramos la música antigua, que no somos pocos. El virtuoso de la viola da gamba, director de orquesta, investigador, profesor y musicólogo volvía a Colombia, esta vez con el espectáculo “Fiestas reales en el Versalles barroco”.

La gala viajera en el tiempo y el espacio recreaba la bella y majestuosa música que adornó la corte barroca francesa del Versalles de la dinastía de los reyes Luis XIII, Luis XIV y Luis XV, constituida por las fastuosas melodías, las singulares sonoridades y el colorido virtuosismo con los que el experto ha trabajado durante su extensa y exitosa carrera como investigador, director e intérprete.

La música surge connatural al ser humano, casi que podríamos decir que es intrínseca al homo sápiens, a la especie específica homo sápiens, que tal vez hace su aparición en el planeta Tierra hace unos 50.000 años. Los primeros hombres encontraron música en la naturaleza, en su propio cuerpo, en su voz, y aprendieron sonidos rudimentarios, primero, y después más complejos, y luego más poéticos y eufónicos por intermedio de objetos precarios, tales como metales, huesos, cuencos, cañas, conchas y muchos más. Existen vestigios de que en Sumeria, hacia el año 3.000 a.C., había instrumentos de percusión, vientos y cuerdas pulsadas, del tipo de lo que hoy conocemos como el tambor, la flauta y el arpa.

En la dialéctica de este proceso evolutivo nos topamos aceleradamente con la llamada música antigua, que, como decíamos, se puede ubicar en la Europa de la Edad Media, el Renacimiento y el período barroco. Y mucho sabemos de este proceso evolutivo y de la música antigua gracias a los dedicados estudios y a la experticia investigativa del maestro Savall. Arqueólogo de la música histórica, a él le debemos el descubrimiento y la recreación de muchas joyas del arte musical como las que disfrutamos en estos días.

El escritor italiano Italo Calvino decía que “un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir”. Lo mismo ocurre con la música clásica, la música antigua o cualquier obra de arte que trasciende su época. Parodiando a Calvino podríamos afirmar que un clásico es una obra musical que nunca termina de decir lo que tiene que decir. Y  la música antigua, muchos siglos después, nos sigue sorprendiendo y emocionando y enseñando y diciendo cosas nuevas a través de sus sonoridades sui generis y de sus instrumentos de época. 

Nacido en 1941, Savall ha recibido incontables premios, distinciones y reconocimientos nacionales e internacionales como los premios Midem, International Classical Music, Grammy y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Por medio de la viola de gamba y de sus exploraciones arqueológicas, ha dedicado su vida a recuperar la música antigua y es considerado uno de los principales artífices de la actual revalorización de este género histórico. El maestro catalán ha creado los grupos musicales “Hespèrion XXI”, “La Capella Reial de Catalunya” y “Le Concert des Nations”, y ha grabado y editado más de 200 discos de repertorios de música medieval, renacentista, barroca y del período clásico.

Sumergido en la profundidad oceánica y melodiosa de la música antigua, específicamente en el espectáculo “Fiestas reales en el Versalles barroco”, salgo a flote en un in crescendo metafórico al compás de la puesta en escena del arqueólogo Jordi Savall y de su orquesta, “Le Concert des Nations”. El leitmotiv de este nombre es un concepto utópico que alude a la premonición de que el arte llevaría marcado en su ADN de forma imperecedera un sello propio: el del Siglo de las Luces. Como lo pensaba el Rey Sol de Francia, el mismo del Estado soy Yo, con ese pronombre mayestático en primera persona del singular. Como lo creen algunos políticos que, al contrario de los clásicos, ya dijeron todo lo que tenían que decir. Dediquémosle más tiempo a la música antigua y menos a la política vieja y caduca.

Fuente

Sistema Integrado Digital

Encuentre más contenidos

Fin del contenido.