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Lo de Gabo puede ser una manera de señalar que ha creado un mundo y que tienen  vigor para narrar como el autor de Cien años de soledad o simplemente una referencia de cómo es que le dicen coloquialmente sus amigos y conocidos.

Gabriel “el Gabo” Einsenband la tiene clara para contar que la ciudad no es su espacio natural para tomar fotos, que no hay nada que lo conmueva en el entorno citadino y que lo suyo es congelar en la cámara esos que llama “pedazos de eternidad”.

No es escritor, pero tiene “palito” para decir que cuando mira por la ventana o pasea por la calle se cuestiona de porqué está perdiendo el tiempo y no está “en un sitio maravilloso tomando fotografías”.

Recientemente recibió el “Wildlife Photography Award”, organizado por el Museo de Historia Natural de Inglaterra, por una foto tomada en el Ritacuba blanco, que es el pico más alto de la Cordillera oriental y se encuentra en el Nevado del Cocuy, al norte de Boyacá.

“Es una fotografía fuerte, portentosa, pero al mismo tiempo muy sencilla pues dibuja un gran paisaje en el que apenas se perciben dos colores, el amarillo brillante y fuerte de las flores delicadas de los senecios que crecen a tan alta altitud y ese tinte azul de la inmensidad del cielo” describe Gabo.

La magnitud de la montaña y la fragilidad de las pequeñas flores en una conmovedora composición que le hizo ganar lo que muchos califican como el ‘Oscar de la fotografía’.

Una de sus experiencias vitales fue recorrer con la cámara calada los 46 Parques Nacionales Naturales, que culminó con la publicación de un libro editado por Villegas Editores.

Gabriel resume su recorrido por esas que califica como “las tierras mejor conservadas de Colombia” como una oportunidad de ir a sitios que le llaman la atención visualmente y allí “tener la paciencia de esperar que la luz adorne de una manera particular la escena”, como cuenta con emoción

Einsenband dijo en el programa Al Fin de Semana que recorrer las imágenes que ha tomado en el transcurso de su vida profesional produce una sensación romántica y que la nostalgia lo invade incluso antes de tomar las fotos.

Para reafirmar el carácter de lo que hace, insiste que siempre “trata de fotografiar paisajes en los que no se vea la mano del hombre, ni gente, ni rastros de carreteras”.

Un parque natural, un espacio abierto es para Gabo es un “pedacito de eternidad” a la que se llega en contravía de esa naturaleza urbana, de sus miedos, de sus afanes.

Y habla de la sensibilidad y se inventa una frase para definir esa eterna búsqueda de un objetivo: “Desde antes de tomar la foto yo ya estoy buscando la nostalgia para describir los lugares a los que voy”.

Al hacer memoria de su trabajo dice que lo importante “no es el destino sino el camino” y  que siempre se perciben sensaciones especiales durante el trayecto,  experiencias con la gente y momentos vividos en el oficio de registrarlo todo con una cámara

Uno trae esas partes del camino, olores, sensaciones que muchas veces no tienen que ver con el producto final, que son las fotografías”, expresa Gabo.

Dice que la ciudad no es artística para hacer fotografías y que la urbe es un verdadero desperdicio para la estética del oficio.

 “Me pasa todo el tiempo que cuando miro el cielo y el clima está buenísimo, pienso que debería estar en la montaña”, dice este barranquillero que insiste obsesivamente en que la vida está en el paisaje.

Fuente

RCN Radio

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