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Efraín Forero imaginó que  regresaría  victorioso a Zipaquirá, pero el entusiasmo con el que lo saludaban, felicitaban y gritaban su nombre desbordaba todo lo que hasta el momento había pasado al final de las etapas e, incluso, lo que acababa de disfrutar en Bogotá.

Mucho se ha  hablado sobre el momento en que se organiza la primera vuelta, las condiciones sociales y políticas del momento, pero poco de la celebración del regreso del campeón a su pueblo.

La competencia inició el 5 de enero y terminó el 17 en una emotiva etapa en la que más de 200 mil personas recibieron a los 30 ciclistas sobrevivientes al frente de la Escuela de Policía General Santander, en medio de un ambiente que el diario El Tiempo calificaba como “francamente indescriptible”.

Luego de la entrada triunfal en el sector de Muzú los “routiers” fueron escoltados por una ruidosa caravana de motocicletas hasta las instalaciones del diario El Tiempo, en la calle 13 con carrera séptima, en el mismo lugar en donde había empezado la competencia y en donde los aficionados ovacionaron a los ganadores y sobrevivientes de la dura prueba.

Los actos de homenaje al primer campeón de la Vuelta a Colombia siguieron en los salones de El Tiempo y el Club de Los Millonarios, que fue uno de los patrocinadores de la competencia.

Ese día fue declarado como cívico en Zipaquirá y, como decía la prensa, “lujosas comitivas de damas y caballeros” fueron hasta Ibagué y Girardot para acompañar al campeón durante las últimas etapas.

De la caravana hacían parte las candidatas al reinado del leonismo Mimí Alvarado y Gladys Nieto y delegaciones de Pacho, Tabio, Chía, Cajicá, Nemocón y Tocancipá, entre otras localidades.

El corresponsal del diario El Tiempo en Zipaquirá destacaba en una información titulada “Espléndido homenaje se rendirá a Forero en Zipaquirá”, que “muy elogiada ha sido la actitud del personal de ingenieros y trabajadores de la Planta de Soda, quienes no han ahorrado esfuerzo alguno para apoyar a Forero, reconociendo de esa forma la colosal actuación de este formidable deportista que tan dignamente representa a esa empresa”.

Después de los homenajes en la capital “el indomable Zipa” llegó a Zipaquirá bajo una escuadrilla de avionetas que lo seguía y  mientras desde las ventanas arrojaban flores al paso del vehículo en el que me desplazaba antes de llegar a la plaza principal en dónde lo esperaban más de 10 mil personas.

Las aeronaves lo acompañaron volando desde la capital y cuando se realizaba la entrada a la ciudad desde ellas se lanzaron flores y papeles con leyendas alusivas a la victoria.

Don Efraín recordaría que una caravana de más de 300 automóviles lo acompañó de regreso a Zipaquirá,  luego de parar en Cajicá para recibir lo que la prensa calificaba como “una clamorosa ovación de las gentes”.

Mientras entraba a la Plaza de Los Comuneros la banda del municipio interpretaba el himno nacional que entonaban todos los asistentes, tras lo cual fue ofrecida una copa de champaña en el salón de sesiones del Concejo.

Fue tan multitudinario el recibimiento que el alcalde tuvo que decretar el sábado siguiente como Día Cívico, para poder rendir un nuevo homenaje que contó con la presencia de otros participantes y organizadores de la Vuelta a Colombia.

El evento sirvió para anunciar la entrega de una partida especial para que “el indomable Zipa” pudiera asistir al Campeonato Panamericano de Ciclismo previsto en Buenos Aires, mientras los comités de recepción entregaban a su madre numerosos ramos de flores.

La mamá del Zipa estuvo como acompañante durante la vuelta y era la más orgullosa recibiendo los saludos de la gente y secretamente se debía sentir como la artífice de la victoria, porque el papá del campeón  no lo apoyó por  considerar que este tipo de competencias eran un gran riesgo.

Ella disfrutaba intensamente su victoria, sobre todo teniendo en cuenta que había sido su alimentadora durante la carrera y le preparaba las caramañolas con agua de panela y limón, los emparedados de queso y bocadillo y cuando la comida era muy mala, se encargaba de hacerle sancochos de gallina.

La música sonaba en medio de una intensa cohetada, mientras la gente disfrutaba de la ternera a la llanera que habían preparado en su honor.

La fiesta de bienvenida pareció extenderse  por varios días, cuando en medio de la euforia del momento se organizaron rifas, bazares y hasta reuniones bailables para recaudar fondos con los cuáles pudieran comprarle una casa.

Los medios nacionales registraban  como los habitantes de Zipaquirá contribuían generosamente al  fondo pro-Efraín Forero.

El corresponsal de El Tiempo en Zipaquirá, que firmaba con el seudónimo de Carlosba, escribía que “los industriales, artesanos, obreros de la salina y los hornos de elaboración, y como dato curioso, niños que han recibido de sus padres un pequeño óbolo para sus onces, van a depositarlo en las arquillas destinadas a tan plausible fin”.

Se integró un comité encabezado por un sastre, un farmaceuta y un estudiante de medicina y se instaló una urna en la que los zipaquireños depositaron sus donaciones, especialmente en billetes de a peso, dos y hasta cinco.

Los cuatro salones del Club Zipa, ubicado en una esquina de la plaza, se colmaron cuando el comité organizó un animado baile al que tocaba pagar 20 pesos por pareja e incluso fue necesario habilitar el patio,  porque la gente no cabía en los dos pisos de la vieja edificación.

El municipio donó cinco mil pesos y un hacendado amigo del papá del Zipa regaló un caballo que rifaron con más de diez mil boletas que vendían a un peso cada una.

“Al final comenzaron a mamarme gallo y me decían que no habían hecho cuentas y pasó más de un año y al final solamente me dieron 720 pesos en billetes de a peso, los billetes más viejos que consiguieron y el resto se lo robaron”, relató Efraín Forero en el libro “Todo tuvo un comienzo”, que recoge los momentos más emotivos de la primera Vuelta a Colombia.

Después de la euforia del recibimiento y las fiestas de celebración, al final los únicos que le cumplieron fueron los directivos y los compañeros de las salinas y de la planta de soda que hicieron colectas y le entregaron 1.200 pesos.

El primer campeón y arquitecto de la Vuelta a Colombia gastó más de cinco mil pesos para prepararse y participar en la prueba y después de todas las actividades solo le entregaron dos mil pesos como premios y reconocimiento a la victoria.

“Cuando terminó la algarabía, me quedé con un montón de condecoraciones y trofeos, sin la casa que había soñado y con el sinsabor de que uno de los integrantes del dichoso comité sí había comprado la suya”, relató el Zipa Forero.

Luego, en 1985, el periodista de El Espacio Leonel Lizcano Dávila hizo una radiografía de la situación de los deportistas colombianos y tituló su artículo “Casas regaladas de pura paja”.

Tras hablar de patrioterismo que caracteriza a los dirigentes nacionales que ofrecen vivienda a los deportistas que logran actuaciones destacadas, recordaba que apenas en agosto de ese año el Fondo Nacional del Ahorro le hizo un préstamo para obtener vivienda.

“Para que usted sienta ganas de reír o de llorar, le contamos que Efraín “El Zipa” Forero, nuestro primer campeón de la Vuelta a Colombia y uno de los pioneros del deporte del pedal en el país, después de 35 años de haber recibido la promesa de los funcionarios de entonces, vino a ser propietario de vivienda”, escribió Lizcano.

Nunca se cumplió el anuncio de la entrega de una casa y tuvieron que pasar más de tres décadas para que los funcionarios de Fondo Nacional del Ahorro le prestaran dos millones 295.000 pesos para la adquisición de su vivienda.

Fuente

RCN Radio

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