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Los sistemas de transporte masivo en Bogotá y las principales ciudades del país están en cuidados intensivos y con pronóstico reservado.

Más allá de los problemas propios que registran, como las demoras en el despacho de los articulados, la falta de rutas nuevas o la poca señalización en las estaciones, solo por mencionar algunos, tienen que enfrentar la creciente ola de inseguridad, los accidentes en las vías, los peligros en las estaciones sin puertas y hasta los usuarios que se cuelan en el sistema para no pagar el pasaje.

Y como si todo eso fuera poco, ahora resulta que se está volviendo costumbre el acoso sexual y el abuso directo a las mujeres que utilizan el servicio y que, como en el caso de Hilary Castro, estuvo a nada de convertirse en una violación sexual el pasado 31 de octubre en la estación La Castellana de TransMilenio.

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El sujeto que la aborda primero para robarla luego la baja de la estación y la somete bajo amenazas e insultos a vejámenes que la paralizan y le impiden defenderse, hasta que dos personas que se acercan al lugar hacen que el hombre huya.

El caso genera la reacción de colectivos feministas y en general de la sociedad capitalina, pero cuando quieren ejercer su derecho a la protesta y a exigir total respeto a la dignidad humana, la situación como tantas otras veces se desborda hacia el vandalismo.

¡Grave! Gravísimo, porque la ciudadanía se está cansando de tantos atropellos, de verse abandonada a su propia suerte, de la falta de protección, de la falta de justicia. ¿Cómo es posible que en el caso de Hilary la negligencia haya imperado lo mismo que la revictimización?

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Acudió a cuatro instancias judiciales y de emergencia para denunciar su caso y en ninguna fue atendida lo que provocó la indignación de la ciudadanía y que se organizaran para visibilizar lo ocurrido pero todo terminó en la destrucción de varias estaciones. Además del bloqueo del sistema que colapsó el tráfico vehicular desde las 2 de la tarde hasta las 7 de la noche, lo que hizo que miles de usuarios debieran caminar largos tramos para poder llegar a su lugar de residencia, a estudiar o a trabajar.

Pero la situación no solo es en Bogotá. Más de 1.800 personas han sido víctimas de hurto en el sistema Metro de Medellín este año y los usuarios de este sistema masivo manifiestan sentirse inseguros por casos de cosquilleo y acoso a mujeres.

En Bucaramanga, nada seguros se sienten los usuarios del sistema de transporte masivo Metrolínea y los caleños dicen que se sienten atemorizados en estaciones y buses del MIO, porque son testigos o víctimas permanentes de ataques y vandalismo.

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En Cartagena los ciudadanos no se sienten seguros en Transcaribe y reclaman vigilancia mientras que los barranquilleros dicen no sentirse seguros ni en los buses, ni en las estaciones del Sistema Masivo, donde el llamado 'cosquilleo' es una de las principales formas de robo dentro de los vehículos.

Una bomba de tiempo. Eso es lo que se está fabricando con todos los ingredientes para hacerla detonar y causar mucho daño. La situación se hace cada vez más incontrolable; los agitadores, los vándalos de profesión hacen de las suyas y no hay autoridad que los reduzca; la percepción de inseguridad crece también y los atracos, los vejámenes sexuales, el robo de celulares y la desprotección, todo junto, se está mezclando para explotar en cualquier momento.

Esto no se detiene con golpes de pecho, con trinos de reclamos, ni con trinos de intolerancia, ni buscando el muerto rio arriba. O se determinan y aplican los correctivos necesarios o la anarquía y la delincuencia se seguirán afianzando hasta someter a todo un país en la impotencia.

Fuente

RCN Radio

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