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Dentro de las muchas virtudes que se pueden encontrar en el mundial de fútbol, la posibilidad de analizar distintos tipos de liderazgo es una de las más sobresalientes. Al fin y al cabo, el mundial es la reunión de los países líderes de este deporte en sus regiones; la disciplina, la actitud, la capacidad de recuperarse de la derrota, los llevaron hasta la instancia final que es la que se desarrolla cada cuatro años.

El debate más frecuente en este campeonato gira alrededor del mejor jugador y del mejor técnico. Allí surgen los lugares comunes, como si Messi es un jugador excepcional pero no necesariamente un líder o si Cristiano es un tremendo líder que cabalga, empero, solitario en el campo de juego, con otros diez gregarios que no están a su nivel. Y así.

De Brasil y Alemania se dice que, pase lo que pase, siempre van a estar disputando el título, porque son líderes mundiales. No son conformistas, la estructura de su selección está diseñada para ganar todos los partidos, no para clasificar a una etapa en particular. No son equipos conformistas, no aceptan medias tintas, ni se complacen con pequeños triunfos. Todo, absolutamente todo lo que pasa en la cotidianidad de este deporte para este tipo de equipos, se justifica si ganan el mundial. Lo demás es fracaso.

El fútbol es un deporte de liderazgo en el que el director técnico juega un papel fundamental. Si los jugadores respetan al técnico, la victoria está asegurada en parte. Pero si lo ven débil, sin credibilidad, sin falta de autoridad, le hacen el cajón y lo sacan. Es más: esa es la situación que se da con frecuencia; los jugadores sacan a los técnicos y no al revés. Pero no ocurre lo mismo en los clubes verdaderamente grandes, organizados, con objetivos y metas de largo aliento.

Uno de los más admirados técnicos es Sir Alex Ferguson, el escocés que durante veintiséis años se desempeñó como mánager del Manchester United. A lo largo de sus treinta y ocho años en el fútbol, Ferguson obtuvo cuarenta y nueve títulos, que le significaron un enorme prestigio. Lo ganó todo con el Aberdeen y luego con el United. Su respetabilidad le valió obtener el reconocimiento de Sir por parte de la corona británica y una de las tribunas del mítico estadio Old Trafford lleva su nombre.

En su libro "Liderazgo", un auténtico best-seller, que acabo de leer, sir Alex Ferguson cuenta los detalles de lo que él considera son las claves del éxito. A pesar de que sobre estos temas se editan varios libros al día en el planeta, este de Ferguson es particular porque llama al pan, pan, y al vino, vino. No se pone con rodeos. 

El técnico expone su punto de vista, toma partido por uno u otro jugador, pero también explica por qué no le fue bien con otros. Lo hace con nombre propio. "Todo lo que hice lo hice porque solo quería ganar", explica Ferguson.

En su libro, el gran técnico escocés se confiesa adicto a la disciplina y hace un altísimo elogio de Cristiano Ronaldo como un jugador tremendamente entregado a su profesión, lejano al alcohol y a la parranda. No ocurre lo mismo con el argentino Juan Sebastián Verón, de quien dice que "parece inmune a la disciplina", "un fabuloso jugador con una tremenda habilidad, pero imprevisible", que tenía como norma de conducta llevar la contraria, hasta el punto de que "si lo colocaba en la banda derecha, terminaba jugando en la izquierda". Por eso, de él sentenció Ferguson: "No se puede consolidar un equipo con inconformistas despreocupados".

En su análisis del fútbol mundial, Ferguson dice que hay jugadores buenos, muy buenos, excelentes y fuera de serie. Sin embargo, aclara que solo hay dos jugadores "fuera de serie": Cristiano y Messi. De ahí para abajo, excelentes, buenos, regulares, del montón. De ellos dos destaca su talento, por supuesto, en primer lugar, y su disciplina. Pero también resalta la enorme capacidad para jugar en equipo porque lo que les interesa es ganar.

Ferguson entrega claves sobre cómo sobrevivir a una victoria y cómo gestionar la derrota; pero se mete en detalles sobre cómo  y por qué contratar un jugador, cómo entrevistarlo, qué gestos o miradas hay que tener en cuenta en el aspirante; pero también cuenta qué hacía él cuando tenía que despedir o transferir a uno de ellos. Para el efecto, recomienda que un verdadero líder no debe ser el mejor amigo de sus pupilos o subalternos. Marcar distancia es fundamental para mantener el respeto.

Recomiendo la lectura de este libro de Ferguson, con una ñapa: ver el documental "Never give in", sobre la vida del afamado técnico, hecho por su hijo Jason, quien lo entrevista y lo pone a recordar los grandes momentos de su vida. Actualmente se puede encontrar en la plataforma de HBO. Vale la pena porque se puede entender mejor la visión de este gran líder del fútbol.

Fuente

RCN Radio

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