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Conmueve hasta las lágrimas saber que hay colombianos dispuestos a dejar su propia vida y a sus hijos por enseñar y cuidar a los hijos de otros. Conmueve ver que hay quienes recorren 3, 4 o 5 horas para llegar a su trabajo y quienes van buscando de casa en casa a los niños que no tienen escuela para enseñarles a leer y escribir y para contarles las historias de sus ancestros. Conmueve ver el tesón de un hombre sordo y ciego que enseña a tejer llevado de la mano de una madre que no se amilana ante la discapacidad de su hijo y lo apoya en su sueño de ser maestro.

Todas estas historias forman parte de la serie del canal RCN “hazañas maestras”. Son crónicas de doce maestros, doce ejemplos ante los cuales sólo se puede llorar y quitarse el sombrero. ¡Cuanta grandeza hay en estos hombres y mujeres! ¡Cuánto amor, cuánta capacidad de construir y soñar en medio de las mayores adversidades! Esa Colombia también existe. Esa Colombia que poco se cuenta y que no siempre encuentra espacio en las agitadas agendas informativas, nos habla de una realidad paralela: es el  mismo país de los violentos y los corruptos que se roban el protagonismo día tras día. Es la Colombia que se hace a pulso con el esfuerzo de muchos, sumando voluntades y ganas, muchas ganas. Una apuesta periodística valiosa que requirió también el esfuerzo de los periodistas que se aventuraron a buscar en la selva, la sierra o los llanos, un pedazo de este país. No importa cuánto avance la tecnología, nada reemplaza la labor del reportero que se mete en los lugares y literalmente se unta de barro para contar una buena historia.

Estos maestros están en San Andrés, en el Cauca, en Vaupés, en el Cesar, en el Chocó o en el Meta. Están regados por los lugares más distantes a donde solo se llega por la terquedad de un sueño y por la fe en el futuro. En las crónicas del canal RCN contaron de los momentos de soledad y llanto, hablaron de las carencias, del barro, el agua, las montañas y las quebradas que deben pasar para llegar a sus clases. Hablaron de problemas pero también contaron por qué persisten en su tarea: porque los niños los necesitan y su pasión es enseñar. Por ellos se mueven en burro, a pie o en moto. Por ellos algunos han renunciado a parte de su vida para instalarse lejos de los suyos en una escuela remota. Por ellos resisten, por ellos piden, por ellos nos dan un ejemplo de coraje.

En estos días cuando en RCN Radio nos hemos puesto como meta poner a los niños primero en la agenda informativa para no permitir que la violencia contra ellos se vuelva paisaje, alivia saber que estos maestros y cientos más saben exactamente lo que significa tener a los niños como prioridad por encima de todo.

Mientras unos violentan y agreden, otros aman y cuidan. Si todos aprendemos de estos maestros y entendemos que los niños van primero y que por ellos todo sacrificio es poco, tendremos futuro. Pasan otras cosas, hay otras historias. Esas que nos reconcilian con la vida. Gracias, maestros. Gracias por darnos esperanza.

Fuente

RCN Radio

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