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Desde el mismo momento en se conoció su suicidio, en abril de 1945, comenzó a erigirse otro mito que aún continúa. La posibilidad de que el sátrapa genocida Adolf Hitler en realidad no se hubiera quitado la vida junto a su amante Eva Braun y, al contrario, hubiera salido con vida después del Holocausto que desató, era una idea que seducía a muchos y un arma política de innegable valor.

La muerte de Hitler desembocó el fin de la Segunda Guerra Mundial, que ya era inminente por los sucesivos golpes militares que había recibido como consecuencia de los errores del ejército alemán y de las estrategias conjuntas de los Aliados, especialmente las desplegadas por el Ejército Rojo. Como se sabe, el suicidio de Hitler estuvo acompañado del de Goebbels—ministro de propaganda—y su familia, y posteriormente tuvo réplicas similares por parte de jerarcas nazis que enfrentaban el castigo y la ejecución en el marco de los juicios de Nuremberg.

Pero tan solo unos días después de conocerse la noticia, que ocupó las primeras páginas de los diarios del mundo, empezó a crearse la leyenda que enloquece de la dicha a los teóricos de la conspiración y a otra clase de fanáticos. No es de extrañar que para la creación de una fake news, que tanto está de moda otra vez, pero que ha existido siempre, se tuviera un propósito político por delante: así lo hizo Stalin, uno de los vencedores de la guerra. 

Al fin y al cabo, su pueblo había puesto 28 millones de muertos en ese conflicto. Una cifra aterradora desde donde se le mire. Convencido de que una manera de evitar que el fenómeno Hitler se repitiera era mantenerlo siempre en la mente del mundo con la posibilidad de que siguiera vivo, el líder de la Unión Soviética empezó a esparcir la especie de que el dictador alemán en verdad había escapado y no se sabía nada de su paradero. Ahí comenzó otra historia.

Una larga, larga historia, por cierto. Un libro que acaba de quedar a disposición de los lectores narra con detalle esos hechos. Hitler y las teorías de la conspiración. El Tercer Reich y la imaginación paranoide, escrito por el historiador Richard J. Evans, es la reconstrucción de ese camino lleno de mentiras y de invenciones para entretener incautos. El asunto va desde la fuga de Hitler en submarino, pasando por su acomodación hasta la muerte en una estancia en Bariloche, sin pasar de largo por un tiempo en Dublín, en donde habría sido visto caminando por las calles vestido de mujer.

De ese recuento no se salva Colombia. Por ahí ha sido difundida la leyenda de que a Hitler lo vieron en nuestro país, por lo menos en dos lugares. Primero, viviendo en una casona del sector de Teusaquillo; un carro Mercedes Benz azul, parqueadero en el garaje, era la señal de que allí se encontraba el personaje. Por otra parte, no son pocos los que dicen que lo vieron en Tunja, la fría capital boyacense, asistiendo a un par de reuniones sociales. Entre otras cosas, allá dicen que ahora sí se entiende bien por qué algunos pobladores de la zona rural del páramo solían llevar el ridículo bigotillo que caracterizó el que fuera Canciller de la Alemania Nazi.

A decir verdad, la muerte de Hitler ya ha sido profusamente certificada. Pero a cada tanto a alguien se le ocurre inventarse una historia y adjuntar supuestas pruebas para argumentar que ese influyente líder de la coalición del mal era tan poderoso y talentoso que logró eludir las barreras que miles de miles de soldados y agentes secretos de Estados Unidos, Francia, Unión Soviética, Gran Bretaña, entre otros, le habían tendido para atraparlo. Y no falta el que se crea esos cuentos. 

Ese es el poder de la imaginación: el encanto que tiene entre otras muchas virtudes para seducir incautos.

Fuente

RCN Radio

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