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El miedo y la zozobra se apoderaron de los más de siete millones de habitantes que tiene Bogotá por cuenta de la inseguridad generalizada que, según las cifras oficiales, evidencian que la situación se encuentra completamente fuera de control.

Las noticias sobre muertos y heridos durante balaceras a plena luz del día, o sobre el asalto de encapuchados edificios donde literalmente desocupan los apartamentos, el robo de bicicletas y celulares a distintas horas del día o de la noche y el asesinato a sangre fría de ciudadanos del común o miembros de la fuerza pública, se volvieron el pan de cada día.

La situación de inseguridad en la ciudad ha migrado de las historias remotas que se oían de casos puntuales y selectivos,  (si aplica el término para determinar sectores, horarios u objetivos) hacia experiencias cercanas en las que las víctimas son vecinos, compañeros de trabajo, familiares cercanos o nosotros mismos.

Ya no se trata de tener cuidado, de evitar salir de noche o de exponerse en sectores con poca vigilancia o zonas despobladas; ni de dejar la casa sola o las cámaras apagadas, o las ventanas sin rejas.  Ya no hay trabas ni obstáculos para una delincuencia cada día más organizada que traspasa todos los límites y ataca con total desenfreno para garantizar sus propósitos.

Ahora los delincuentes ya no asaltan con navajas ni pistolas de juguete. Cargan armas de fuego reales y para evitar ser enfrentados por sus víctimas, van asesinando de frente antes de ejecutar sus planes para no fracasar en el intento.

En un reciente informe del Dane, con cifras de la Encuesta de Convivencia y seguridad ciudadana que aplica para las principales ciudades del país, uno de cada cuatro ciudadanos en Bogotá afirmó haber sido víctima de algún delito, siendo los jóvenes el grupo de población que registra el porcentaje más alto, con un 38% en comparación con el 26% del promedio de ciudad.

Y llama la atención cuando dentro de la misma encuesta, el 80% de los entrevistados dijo estar temerosos de ser víctimas de la inseguridad en los próximos doce meses, lo que se entiende perfectamente cuando la realidad nos muestra un panorama tan angustiante como el que vivió la ciudad el miércoles 11 de agosto en el que se registraron tres ataques con armas en distintos sitios de la ciudad, y en uno de los cuales fue asesinado el patrullero de la Policía Humberto Sabogal Soto.

Pero son tres casos, que además se suman a una serie de delitos graves que se venían presentando y aumentando durante las semanas anteriores y que han llevado a las autoridades de la ciudad desde la misma alcaldesa, el secretario de seguridad y hasta el comandante de la Policía Metropolitana de Bogotá, a dar la cara, reconocer la situación y ofrecer explicaciones. Aunque hasta ahora,  lo cierto es que la inseguridad está fuera de control.

¿Quién y dónde está armando a los delincuentes? ¿Qué pasa con las normas y los organismos que vigilan la compra venta de armas en la ciudad? ¿Es solo cuestión de reforzar a la policía con más efectivos que salgan a la calle a patrullar y hacer operativos? ¿O es momento de cambiar de estrategias, profundizar en las labores de inteligencia e identificación de quiénes están detrás de la venta y tráfico de armas de fuego, armas traumáticas y armas blancas?

Lo cierto es que aunque la inseguridad es un flagelo que siempre azota a las grandes ciudades del mundo, no podemos permitir que el delito domine a las autoridades y someta a sus habitantes de la manera en que ya se está empezando a presentar en Bogotá. Es urgente e inmediato, impostergable y definitivo actuar contra quienes amenazan con arrebatarnos el derecho a una ciudad tranquila y segura donde hasta respirar no sea un peligro.

Fuente

RCN Radio

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