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Es un género musical que está muy de moda por estos días. No me refiero propiamente al reguetón, que, para bien o para mal, lo está desde hace años. Ni al vallenato, que tiene raíces folclóricas y culturales para estarlo desde hace aún más tiempo. Aunque no lo crean, me refiero a la ópera. Sí, a la ópera, a ese género sublime del teatro musical, a ese arte total, a ese arte que contiene todas las artes y que tiene más de 400 años de historia.

Pese a que algunos creen que es una expresión cultural elitista, destinada a esa “inmensa minoría” de cultos iluminados, con solo enumerar los eventos relacionados con la ópera que han sido programados en estos meses se podría sustentar la afirmación del comienzo.

Todo esto en un contexto en el que ahora sí parece ser cierto que se está reactivando la cultura en Colombia y el mundo. La penumbra que trajo la pandemia sobre la humanidad y sobre sectores como el de la cultura y las artes escénicas comienza a alumbrarse. Lo que ha estado pasando en Bogotá en las últimas semanas es muestra de ello, lo mismo que lo que va a pasar en las próximas.

En efecto, en este marco de reactivación cultural sobresale impensadamente la explosión de actividades que se han organizado alrededor de esta manifestación artística considerada propia de una clase privilegiada, pero que debería estar al alcance y al disfrute de todos en una concepción amplia de procesos de democratización de la cultura. Como lo hace el Festival Ópera al Parque, organizado por la Orquesta Filarmónica de Bogotá, cuyo director general, David García, señala que "la propuesta consistió en que la ópera regresara a sus raíces, que son las de un género de música popular. Así surgió la ópera en Italia", recuerda. 

Como me dijo el reconocido cineasta Sergio Cabrera, transformado en estos días en director escénico de la ópera “El elíxir de amor”, de Gaetano Donizetti: “Si la gente pudiera ir a la ópera, yo estoy seguro que le gustaría. Es que no es posible que alguien vea una ópera como ‘El elíxir de amor’ y salga diciendo que no le gustó. Es que no es posible porque son espectáculos maravillosos, con cantantes maravillosos, con decorados, vestuario, escenografía; las historias son bellísimas. Entonces, la gente que dice que no le gusta la ópera probablemente es porque nunca ha estado en una ópera”.

Aparte de “El elíxir de amor”, la gran coproducción del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo y la Ópera de Colombia, tenemos, hemos tenido y tendremos en esta época la vasta programación de la Ópera al Parque, un proyecto necesario e influyente de la Orquesta Filarmónica de Bogotá que busca acercar a toda la ciudadanía a este género del teatro musical; el reinicio de las transmisiones por parte de Cine Colombia de la temporada de la Ópera Metropolitana de Nueva York (MetOpera); los Cursos de Ópera que vienen dando el Instituto Italiano de Cultura y otras entidades académicas y culturales, y el lanzamiento del videoclip “Ebben? Ne Andró Lontana” (“¿Y bien? Me iré lejos”), ganador de una beca del Programa Distrital de Estímulos e interpretado por la joven profesora y talentosa soprano Ana María Ruge. Y muchos otros eventos y actividades. Sin dejar de mencionar que, justamente, el pasado 25 de octubre se celebró el Día Mundial de la Ópera.

La ópera supone muchas otras artes, tales como la arquitectura, la música, el canto, la literatura, la poesía, las artes escénicas, el teatro, la actuación, la danza, las artes plásticas, la escenografía, el vestuario. La ópera profundiza y le canta a los sentimientos más íntimos y profundos del alma humana. Por eso, el espectador se emociona intensamente y se siente identificado con el drama, la tragedia, el amor o las situaciones jocosas que atraviesan sus personajes.  

Es que la ópera es la vida, como me lo aseguró Ramón Gener, el admirado músico, humanista y divulgador español de este arte sublime, que debería estar al alcance de todos. “La ópera es la vida, no es nada más que la vida ni nada menos”, asevera. “La ópera no es una cosa rara para cuatro personas ilustradas. Es un teatro con música que habla de los sentimientos básicos de los seres humanos”, sostiene.

Y concluye: "Las personas que tengan prejuicios sobre la ópera es porque no la conocen. Hay que eliminar todos esos prejuicios y entender que cualquier persona humana que tenga la capacidad de sentir, de emocionarse, está llamada a la mesa de la ópera". Me sumo a la invitación.
 

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