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No estuvo para tomarse selfies, para firmar libros ni para recorrer los pasillos anchurosos de Corferias, pero fue vigorosa y vivificante la presencia del gran escritor antioqueño Manuel Mejía Vallejo en la trigésima quinta versión de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo), coincidiendo con la conmemoración de los 100 años de su nacimiento.

En el más importante evento editorial del país hubo tiempo para recordar la historia de Mejía, nacido en Jericó (Antioquia), el 23 de abril de 1923.

Y hubo música en su honor y la editorial Planeta presentó su obra completa y se estableció el compromiso que, siendo consecuentes con la grandeza del homenajeado, la celebración se extienda hasta abril de 2024.

Durante el pasado “Hay festival” realizado en Jericó, su tierra, había sido presentado un libro con una antología de su poesía.

Y se rememoró la historia del aventajado escritor que a los 22 años publicó su primera novela, hasta alcanzar popularidad con “La casa de las dos Palmas”, escrita en el año 1988 y recreada como serie de televisión por RCN en el año 1990.

La industria editorial en pleno fue testigo del inicio de una robusta programación, que incluye por lo menos 50 actividades para hablar de Mejía, analizar su trascendencia y volver a leer sus obras.

Es de destacar que le hayan devuelto su nombre al auditorio de la Universidad Piloto de la capital antioqueña, que alguien había suprimido para poner en evidencia que la memoria es frágil y la ingratitud grande.

María José Mejía, la hija del maestro Mejía Vallejo, recomendó en Teleantioquia cuáles son las obras esenciales que se deben leer del maestro antioqueño que siempre destaca “la potencia de los narradores populares como los iniciadores de la literatura antioqueña”.

Dijo que para quienes ya tienen algún conocimiento de la obra de su padre, es necesario que vuelvan a  leer “Aire de Tango”, “La Casa de las dos palmas”, “La tierra éramos nosotros”  y “El día señalado”. Y para quienes no lo conocen deberían empezar por “Cuentos de zona tórrida”, “Otras historias de Balandú” y “Las noches de la Vigilia”.

Y la nueva versión de la Filbo permitió recordar algunas expresiones que hablan de su carácter, de lo que pensaba, de esas advertencias que lanzaba como aquella en la que enfatizaba que “nadie moriría por él”.

“Todos me dicen que viva de esta o de otra manera. Todos me dicen que muera hacia abajo o hacia arriba. Todos dicen en qué estriba la brega que yo asumí desde el día que nací para jugarme del todo. Dejen que viva  a mi modo”, había escrito en algún momento Mejía Vallejo.

Haciendo una analogía con el título de su “Día señalado”, escritores como Willian Ospina, Dora Luz Echavarría, Pablo Mateo Mejía y la moderación de Juan David Correa se reunieron en una conversación emotiva denominada “El año señalado”.

Y entonces se recordó su autenticidad, esa manera particular con la que hizo la transición entre la vieja épica de la narrativa rural y la mirada contemporánea de su tiempo, de los afanes de lo urbano en medio de las tragedias campesinas derivadas de la violencia y de los fenómenos sociales.

En la conmemoración de los 100 años de Manuel Mejía Vallejo hubo tiempo hasta para recordar un filón poco conocido y hasta inadvertido su obra que son los minicuentos como este:

"No estaba completamente solo porque frente a él colgaba el espejo. Y aunque su imagen le daba otra sensación de lejanía, había algo de vecindad en la sonrisa moribunda que ponía frente a la superficie cristalizada.

-Creo que crece más la del espejo-dijo, mirándose en él, pensando en la sonrisa botada.

-La del espejo cree lo mismo-

-Alguna de las dos está mintiendo.

Se congeló la mirada

-¿La mirada de ella, o la del espejo?".

O este titulado “Testigo de cargo” y publicado en el año 1975

"Es cierto, la bala entró debajo de la clavícula izquierda y quiso buscar salida al otro lado: Allí se quedó para atestiguar y vigilar su muerte".

Fuente

RCN Radio

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