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El país está justificadamente molesto e indignado, tanto con el Congreso como con el Gobierno. ¿Cómo es posible que se hubiera hundido el punto de la prohibición de la casa por cárcel para los corruptos, en el marco del también cada vez más hundido Estatuto Anticorrupción?

Las redes sociales fueron inundadas la semana pasada con millares de trinos de colombianos ofendidos que cuestionaron duramente la sospechosa e ineficaz actuación de congresistas y funcionarios del Gobierno Duque, que dieron al traste con el anhelo popular de volver más duras las sanciones contra los ladrones de cuello blanco y contra los parlamentarios corruptos, los mismos que negaron esta posibilidad. Qué se puede esperar cuando se pone a los ratones a cuidar el queso.

Yo mismo, en medio de la indignación generalizada, igualmente indignado publiqué este satírico y sarcástico trino en Twitter:

#GanaronLosCorruptos Mientras los tigres de la selección le ganaban a Catar, las ratas del Congreso, a hurtadillas, le hacían conejo a Colombia. La diversidad de la fauna colombiana.

Y es que el hundimiento de este mandato de la Consulta Anticorrupción y de prácticamente todo el proyecto de Ley Anticorrupción se presentó de espaldas al país, de manera subrepticia, cuando los colombianos estaban pendientes del triunfo de la selección Colombia ante Catar en la Copa América.

#GanaronLosCorruptos La selección le ganó 1-0 a Catar y los corruptos del Congreso golearon y humillaron a Colombia al hundir la #LeyAnticorrupción

Para no llover sobre mojado, en vez de escribir una nueva columna sobre la peste de la corrupción que aterroriza y estrangula a Colombia, estuve tentado a autoplagiarme y volver a publicar o reproducir una de dos columnas o las dos que había escrito sobre este mismo tema: “La maldita corrupción” y “Consulta Anticorrupción: siete veces sí”.

No obstante, ante la vergüenza histórica y ética de Congreso y Gobierno no me quedó más remedio que ahondar en esta fétida epidemia que carcome los cimientos de la democracia colombiana y que pisotea los valores éticos y morales de una sociedad que se derrumba en su inexorable camino hacia el desbarrancadero.

Lo que sí me voy a permitir, con el fin de no caer en redundancias, es citar algunos fragmentos de la mencionada columna “La maldita corrupción”, a propósito del tópico que predominó en las redes sociales el día de la abominada y abominable decisión del Congreso:

“Ratas, sí, ratas miserables, desgraciadas, criminales, que asesinan de hambre, de inanición, de enfermedad, de desempleo, de desprotección, de ignorancia, de falta de oportunidades a las víctimas de su corrupción, particularmente los colombianos más vulnerables. Ratas frente a las cuales habría que contratar al flautista de Hamelin para que con su música se las llevara al fondo del río Bogotá o a cualquier otro río del territorio nacional, ya suficientemente contaminados. En ‘La divina comedia’ de Dante, los ladrones y corruptos terminan en el octavo círculo del Infierno, pero estoy seguro de que muchos colombianos, en esta vida, estarían de acuerdo en que los ladrones y corruptos terminen en el estiércol que abunda en el fondo de los ríos y caños colombianos. O, al menos, que se pudran en la cárcel”.

En la columna citada también decía como si fuera una premonición:

“Por supuesto, hay que fortalecer las penas del Código Penal e intensificar las sanciones sociales, hacer más eficiente la Justicia, y nada de dar beneficios, ni reducción de penas, ni casa por cárcel -casi siempre termina en mansión por cárcel, o casa de lenocinio por cárcel o finca por cárcel- a los hideputas que por sus crímenes económicos han matado a miles de colombianos de hambre o les han cercenado las posibilidades de tener una vida digna y plena”.

Y tras el hundimiento del Estatuto Anticorrupción, el sainete orquestado por Gobierno y Congreso en el que todos se tiraban el putrefacto balón y se echaban la culpa entre sí como para que, paradójicamente, no hubiera culpables: que la culpa fue del presidente del Senado, Ernesto Macías, por engavetar el proyecto y dilatar su trámite; que fue del presidente de Colombia, Iván Duque, por no enviar mensaje de urgencia a tiempo para el trámite de la iniciativa; que de la ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez, por adjudicar erradamente a Gabriel Vallejo el papel de conciliador por parte de la Cámara de Representantes; que del presidente de la Cámara, Alejandro Chacón, por no haber alcanzado la conciliación del texto aprobado a última hora y a regañadientes en el Senado; que del senador Álvaro Uribe, por no haber apoyado la ley ni la consulta anticorrupción.

Igual, todos tienen su parte de responsabilidad y de culpa; todos y cada uno de ellos y muchos más, entre funcionarios y congresistas, incidieron en la no aprobación del punto que negaba la casa por cárcel a los servidores públicos corruptos. Esperemos que al menos la Historia los condene.

¿Recuerdan la pregunta de la Consulta Anticorrupción relacionada con el tema? Por cierto, consulta que recibió el mandato afirmativo y perentorio de 11,7 millones de colombianos, mandato que fue desconocido por Gobierno y Congreso, cuyos miembros devengan sus onerosas ganancias del bolsillo de esos colombianos que votaron y de los que no votaron también. Eso sí, que ahora no se quejen estos últimos, porque estaban advertidos de lo que había pasado muchas veces y muchos años antes y de lo que pasaría en esa cueva de Alí Babá ubicada junto a la Plaza de Bolívar.

Les recuerdo la pregunta, junto con la respuesta que adelanté en mi columna sobre dicha consulta (“Consulta Anticorrupción: siete veces sí”):   
“Pregunta 2. Cárcel a corruptos y prohibirles volver a contratar con el Estado

¿Aprueba usted que las personas condenadas por corrupción y delitos contra la administración pública deban cumplir la totalidad de las penas en la cárcel, sin posibilidades de reclusión especial, y que el Estado unilateralmente pueda dar por terminados los contratos con ellas y con las personas jurídicas de las que hagan parte, sin que haya lugar a indemnización alguna para el contratista ni posibilidad de volver a contratar con el Estado?

Respuesta 2: Sí. Es ofensivo e indignante para los colombianos y las víctimas directas de la corrupción pública y privada que los delincuentes de cuello blanco “cumplan” sus penas en las lujosas mansiones y casas-quinta que compraron con la plata que se robaron. Y, peor aún, que lo sigan haciendo”.

Por ahora, poco por hacer frente a esta ignominia de la clase política que taladra la ingenuidad y la resignación de un pueblo colombiano aletargado por tantas promesas, mentiras, posverdades, “fake news” y demás lacras que utilizan los politiqueros en esta confusa era de la información o era digital.

También, por ahora, con este olor a azufre que todavía emana del capitolio –ortográfica, ética y moralmente en minúsculas-, me permito una última licencia autoplagiadora para terminar con el último párrafo de mi columna “La maldita corrupción”:

“La corrupción es una de las mayores lacras que sufren los colombianos desde hace varios gobiernos y décadas. No podemos ser tolerantes frente a esta peste. El próximo presidente tiene la palabra, pero antes la tiene usted, amigo elector”.

Parece que ni ustedes ni aquel hicieron uso de su legítimo derecho a la palabra.

 

Fuente

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