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Sus víctimas son hombres o mujeres, pero éstas últimas en más alto porcentaje. Y lo que más preocupa es que como no se ve, ni se toca, ni se mide físicamente no hay normas ni castigos ejemplares. Solo tímidos consejos o recomendaciones que poco se atienden porque la víctima casi nunca se da cuenta que está metida en un peligroso juego en el que guarda inútilmente la esperanza de que su victimario cambie.

A medida que este tipo de violencia silenciosa se ha ido ventilando los expertos han empezado a establecer patrones de comportamiento y perfiles de los maltratadores, para prevenir. Se habla de relaciones tóxicas y de “encantadores de serpientes” para referirse a quienes ante la sociedad son ciudadanos ejemplares, cariñosos y dedicados a sus parejas, de tal forma que no quepa duda de que cualquier rumor que atente contra esa falsa imagen se diluya.

Normalmente las víctimas dependen económica y/o emocionalmente del agresor, pues éstos se han encargado de crearles un entorno en el que todo gire alrededor suyo y desarrollan una gran habilidad para demostrar que, sin ellos, la vida no les sonreirá jamás. Enamoran, encantan, seducen y un día ofrecen un mundo maravilloso que en la noche puede transformarse en la peor de las pesadillas.

Es cuando empieza el caos, el miedo a perderlo todo y entonces la víctima -ya vulnerable- pierde su autoestima, se siente culpable de lo que NO ha hecho pero que es así como se lo hace ver su verdugo y presa de la angustia y la incertidumbre calla, otorga la razón para evitar que la tortura siga y ruega para que cambie y vuelva a ser el ser más maravilloso sobre la tierra.

Es entonces cuando se está ante un patrón evidente de relaciones tóxicas en las que el maltrato es invisible porque ataca las emociones, agrede los sentimientos y hace sufrir a la persona aprovechando el amor que ésta siente hacia el agresor.

No hay muchas normas que pongan límite o castiguen al maltratador sicológico porque no hay forma tangible de demostrarlo a tiempo y es por eso que las víctimas deben entender que están frente a un tipo de violencia invisible que solo ellas pueden detener. Primero entendiendo que su victimario no va a cambiar; segundo, recuperando la autoestima y la confianza en sí mismas; tercero, hablando y buscando ayuda sicológica. Hay expertos que saben tratar estos casos de manera profesional, hasta que la víctima toma la decisión y se aleja física y emocionalmente de la fuente de su dolor.

Hay que defender el derecho al amor sano, al respeto por la persona, a ser dueños de nuestra propia vida. Hay que impedir a toda costa que dominen y manipulen nuestros sentimientos y entender de una vez por todas que quien nos ama no nos hace daño. Quien nos ama nos critica de una manera constructiva y demuestra que está a nuestro lado para ayudarnos a salir adelante, no para hundirnos emocionalmente por completo. Quien nos ama nos ayuda a crecer, a ser nosotros mismos, a brillar. Nos da confianza, nos permite ser libres en vez de encadenarnos a ellos para evitar que seamos y valgamos por nosotros mismos y no por lo que ellos quieren que seamos.

Cualquier otro tipo de relación no merece ser mantenida, ni defendida, ni luchada. Cualquier otro tipo de relación debe prender las alarmas y actuar en consecuencia sin pérdida de tiempo. Solo hay una salida para detener la espiral hacia el abismo: decir adiós, sin miedo a lo que pueda venir después, porque sea lo que venga será mil veces mejor a ese mundo oscuro de permanente sufrimiento.

Fuente

RCN Radio

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