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El presidente electo Iván Duque anunció en la celebración de los 40 años de una empresa exportadora de productos de cuero, que “... en los próximos cuatro años no vamos a firmar ningún Tratado de Libre Comercio", reiterando su propuesta de campaña de cerrar la puerta, desde aquí, a nuevas oportunidades comerciales.

Esa decisión tendrá un costo enorme para la capacidad de competir de las empresas colombianas, que afectará negativamente a los trabajadores y reducirá la confianza de los inversionistas nacionales y extranjeros.

¿Por qué no firmar nuevos tratados es una mala decisión? Porque nuestros competidores sí continuarán disfrutando de mejores condiciones de acceso para sus productos.

Podría argumentarse que esa crítica no es válida, dado que Colombia ya ha firmado bastantes acuerdos comerciales. Pues eso no es cierto: Chile, México y Perú han firmado más acuerdos, con más naciones, para el comercio de bienes y servicios que Colombia, y ya están buscando acceso preferencial a otros mercados, ampliando su ventaja. Estamos rezagados.

Nos dejará el tren

Las negociaciones en curso con Turquía, Japón y, la más importante, aquella entre la Alianza del Pacífico con Australia, Canadá, Nueva Zelanda y con el bloque de Mercosur, reciben una estocada mortal con esta decisión del presidente electo. Porque, ¿para qué negociar un tratado que no se va a firmar? ¿Notificará el gobierno entrante a nuestros socios comerciales, incluyendo al bloque de la Alianza, que abandonamos tales negociaciones? ¿Qué pasará si, como es previsible, Chile, México y Perú, deciden continuar negociando con esos países del pacífico y con Mercosur? ¿Nos expulsarían?

Con esta decisión también perdemos el liderazgo regional que habíamos ganado desde las épocas del gobierno Gaviria, con el tratado del G3, la primera iniciativa de comercio efectiva en décadas. Liderazgo que recuperó el gobierno Santos con la buena idea de la Alianza del Pacífico, que en algo compensó el fuerte impacto que tuvo la desaparición de Venezuela, nuestro segundo socio comercial por años.

Además, esta decisión llega justo cuando la exportación de productos agrícolas y de la industria está creciendo rápidamente. Como lo dice el experto del Banco Mundial Daniel Gómez al comentar la decisión de Duque: “hay que, en paralelo, abrir mercados y generar oferta exportable. Sin el acceso a mercados hay menos incentivos para generar tal oferta.”

¿Y la confianza inversionista?

Cada empresa colombiana perderá oportunidades de venta en el exterior. Ese aumento del costo de oportunidad envía el mensaje a inversionistas nacionales o extranjeros que Colombia no tendrá una política para acompañar a sus empresas para abrir nuevos mercados en ese período.

Protegiendo los ineficientes, a costo de los consumidores

La decisión de Duque supone ceder a la presión de sectores de baja productividad y altos precios al consumidor, como el lechero y el ganadero -minoritarios en términos del total de la producción nacional y del agro colombiano- que venían reclamando que se mantuviera esa protección en las negociaciones en curso. Les da, de hecho, más de lo que pedían.

Es una forma de mantener la protección frente a la competencia externa. Las empresas que aquí producen tendrán menos incentivos para exportar y para bajar sus precios, afectando a los consumidores y a otros productores.

Negociar bien, no dejar de negociar

Lo que habría que hacer es seguir negociando y, dado el caso, negociar mejor, cada vez mejor.

Duque debería considerar revertir su decisión y usar la amplia experiencia de sus ministros para mantener el liderazgo colombiano en materia de comercio, terminar las negociaciones ya adelantadas en el interés de la producción colombiana y abrir más la economía colombiana, para lograr mayor éxito exportador y los mejores trabajos que con él vienen y tanto necesitamos.

Fuente

RCN Radio

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