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-“Categoría patacón”, dije, cuando me di cuenta que había demorado casi hora y media en recorrer apenas diez kilómetros.

Y ese calificativo, un tanto despectivo, tiene algo de lógica cuando se comprueba que después de esas primeras incursiones ciclísticas uno termina machacado y frito.

Hay que tener una disciplina especial para intentar dejar en algún momento esa categoría inferior, para  empezar a pellizcar la gloria en el afán de abandonar este nivel y convertirse en “salchipapa”.

Mi amigo César Penagos, que tiene un emprendimiento que se llama la Sinfonía del Pedal, me explica estos términos contándome que un “patacón” puede gastar hasta una hora subiendo a Patios, mientras que un “salchipapa”  lo puede hacer en 14 minutos.

Yo le digo que podría hacerlo en cuatro…en cuatro patas.

Pero el “patacón”, el iniciado en estas lides de la actividad ciclística, no lo es únicamente por el tiempo sino también por la pinta.

Pantalonetas de fútbol, medias para caminar por Chapinero, sudadera para otros deportes  y buzos para los fríos de la mañana.

Podría decirse que un gran “patacón” por la pinta fue el gran Efraín Forero Triviño, ganador de la Vuelta a Colombia en 1951, quien vistió el uniforme de Millonarios en sus primeras competencias ciclísticas.

Mientras “patacón”  insinúa soledad, ser  “salchipapa” significa acompañamiento y un poco de sabor por aquello de la salsa de tomate y la mayonesa.

Eso de ser “patacón” tiene sus ventajas por cuanto en un alarde de libertad, porque no, uno puede imaginar que está escapado del lote y avanza sin oposición hacia la meta para levantar victorioso los brazos o en caso contrario no es tan culposo pensar que uno perdió conexión con el lote, pero está disfrutando lo que hace.

Si el ciclismo es como la vida, en dónde hay buenos y malos, se vale ser malo y si uno habla de los estados de ánimo, también se vale  escoger la soledad.

Aquí podría agregarse la categoría del que decide rodar eternamente en solitario y que podría llamarse como un “hongo patacón”.  

Si a veces uno decide estar solo como opción de vida, pues también se vale rodar en solitario, sin afanes, sin expectativas y con la intención de ser pretendidamente feliz.

Este entorno jodido y demandante obliga a ser muy competitivo, pues es la única manera de sobrevivir a la jauría, aunque duela como una culpa no estar en el pelotón.

Salir solo tiene muchas ventajas, aunque el cuerpo sufra alimenta el espíritu coger una carretera o un camino, medir las pocas  fuerzas y andar  en búsqueda de eso que no sabemos lo que es.

En un país en el que el ciclismo es tan competitivo, hacer ciclismo recreativo, salir a la ciclovía, hacer combo para salir, implica siempre un ejercicio de competencia, aunque nadie lo diga.

En los equipos establecidos y de salidas rutinarias se establece implícitamente el popular leñero y siempre hay un fenómeno que le da sopa y seco a los del grupo y es el referente a seguir.

“Uno piensa que la tierra es plana hasta que empieza a montar en bicicleta”, asegura  Penagos, recordando uno de los tantos memes que circulan sobre este nuevo fenómeno de rodar en bicicleta.

Como esa figura del leñero es tan lejana para quien empieza a montar bicicleta, solo queda la secreta ilusión de chupar rueda de vez en cuando y disfrutar de ese eterno sufrimiento y de esas pequeñas victorias.

Es maravilloso pasar un puente, superar un pequeño repecho, hacer 10 kilómetros, sobrepasar a un fulano en la carretera y de vez  en cuando llegar al destino escogido sin parar un minuto para recobrar el aliento.

Pero una victoria brutal en este ejercicio puede ser no bajar todavía la aplicación Strava, que nunca reconoce esa lucha que iniciamos contra nosotros mismos, sino que nos tortura implacablemente con los tiempos y los kilómetros recorridos.

Hay una gran vanidad en todo ello y a veces es  delicioso saber que estás mirando  de soslayo al grueso pelotón y que no te dejas  tentar por la aplicación, que los entrenamientos son tuyos y que puedes sufrir  íntimamente tus miserables números sin que “la honorable comunidad” lo sepa.

Montar de manera habitual y dejar de dominguiar como única manera de llegar a lo que Penagos llama “un vicio sin camino de regreso”.

El gran Johan Triana, otro amigo y enfermo por la bici, recordaba por estos días una frase del profesor  Héctor Urrego: “El ciclismo es un amor ciego que sorprende a los 5 o 35 años”.

Y ahora que hablamos de compañeros, ofrezco excusas a la periodista de RCN en el departamento del Huila Yamileth Díaz, por robarme un twitter que desde hace un buen tiempo tiene fijado en su cuenta y que constituye una reflexión sobre la vida, pero que se puede aplicar al ciclismo de principiante.

Yo no compito con nadie. Yo corro en mi propia carrera. No tengo ningún deseo a jugar a ser mejor  que nadie, de ninguna manera, forma o estilo. Solamente aspiro a mejorar, a ser mejor de lo que era antes. Así soy yo y soy libre”.

Yo por el momento ni patacón, ni salchipapa y más bien mondongo por mi condición física y a veces  salchichón, por   aquello de estar siempre colgado.

Fuente

RCN Radio

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