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Confieso que es realmente emocionante ver a muchísimos jóvenes que se han volcado al seguimiento intelectual de nuevos pensadores de nuestro tiempo, como por ejemplo Jordan Peterson y Slavoj Zizek. Profundos, rotundos, controvertidos y muy criticados ellos mismos, tienen su propia verdad y la proclaman y la verifican y la difunden, especialmente a través de redes sociales.

Peterson, canadiense, y Zizek, esloveno, son hoy por hoy fenómenos de masas. Sus videos en Youtube, sus conferencias, sus “peleas” o debates, como el que se realizó recientemente en Toronto, concitan la máxima atención y generan cuchicheo, admiración y devoción. Decenas de estudiantes asistieron al Sony Centre de Toronto, en abril, para ver a dos pesos pesados debatir en torno de la pregunta “¿Qué produce más felicidad, marxismo o capitalismo?” y convirtieron ese encuentro en un acontecimiento mediático que debe llenarnos de esperanza.

Otros, pagaron cerca de quince dólares para acceder a un link que les permitía ver la discusión entre estos dos personajes, a pesar de que al final se hayan llevado una decepción porque, al parecer, el rigor intelectual o académico que cada uno le quiso poner a su intervención tornó el asunto en algo muy diferente a la disputa del peso pesado en el campeonato mundial de boxeo.

Ahora que está tan de moda criticar a los jóvenes porque dizque son indiferentes y andan en otra cosa, bueno es detenerse en lo mucho que estas dos estrellas llaman su atención. Peterson, psicólogo clínico, y Zizek, psicoanalista lacaniano, son muy diferentes en muchos sentidos. Pero tienen la virtud de que se saben acercar a los muchachos, son comunicadores virtuosos y no satanizan el revolcón que se ha producido en los medios de comunicación. Por el contrario, saben utilizarlos, aprovecharlos bien.

El canadiense viste siempre impecablemente, de corbata, serio, aplomado y contundente, es más bien conservador y para muchos suscribe postulados de derecha o la derecha se apropia de los suyos. Sus fanáticos dicen reafirmar sus posturas sobre sexualidad, moral y ética entre otros temas. Sus contradictores, muy fuertes, dicen que escribe libros de autoayuda disfrazados de filosofía.

Zizek es más informal, camina tranquilamente por las calles de Liubliana, viste suéteres y sandalias y goza de un formidable sentido del humor. Defiende un pensamiento crítico que algunos ubican del lado de un marxismo renovado. Pero sus críticos, que son muchos, le endilgan un marxismo ortodoxo que también sabe disfrazar muy bien y que al parecer quiso retomar cuando se metió en la alta política de su país, sin éxito. Por fortuna, digo, para el debate académico.

De Peterson he leído su libro “12 reglas para vivir” y me quedo con las reglas 3) Traba amistad con aquellas personas que quieran lo mejor para ti y 6) Antes de criticar, asegúrate de tener tu vida en perfecto orden. Me gusta su manera de escribir, pero también la profundidad de su discurso. Sin embargo, en ocasiones me parece repetitivo, demasiado reiterativo.

En relación con Zizek, debo confesar que he visto más videos y conferencias suyas y solo he leído un libro: “Mis chistes, mi filosofía”, gracias al préstamo que me hizo el periodista Christian Solano. Muchos son esos chistes de Zizek, pero, solamente por cuestiones de espacio, escojo este: “Su mecanismo subyacente fue elaborado por Michel Pecheux a propósito de los chistes del tipo: Papá nació en Manchester, mamá en Bristol y yo en Londres: ¡qué raro que los tres nos hayamos conocido!”

Es muy probable que en los grandes medios de comunicación poco nos estemos ocupando de estos personajes, que parecen orbitar en otra esfera. (¿O somos, en últimas, los medios los que andamos en otro cuento, cuando el mundo ya va en otra parte?). Y lamento que muchos opinadores estén dedicados a temas comunes, cuando no a los mismos temas de siempre, en vez de abrir un poco más los ojos para dejar entrar al mundo, como decía Husserl, “al mundo de la vida” con su acción comunicativa.

Creo que este país, lleno de filósofos de brocha gorda, merece abrirse más y empezar a debatir más seguido temas que se salgan ya del círculo vicioso al que se le ha denominado como “polarización”. Si seguimos en ese cuento, estamos condenados a seguir así, en las mismas, como diría un campesino de Boyacá, amigo mío: “empeorando, gracias a Dios”.

Fuente

RCN Radio

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