Premios Óscar: elogio de la lentitud
“Roma” ya es considerada una verdadera joya del séptimo arte.
La lentitud permite y supone la profundidad, la belleza, la reflexión, el éxtasis, la contemplación, la poesía, la racionalidad, la templanza, el goce, la añoranza, la nostalgia, el detalle, la sutileza…
Pero la lentitud no es una categoría valorativa que se pueda aplicar positiva o negativamente para calificar una obra de arte, una serie de televisión, un libro o una película.
Por eso siempre me ha extrañado que mucha gente diga, por ejemplo, que no le gustó tal película porque es muy lenta, porque no pasan muchas cosas. O sea que si fuera rápida, llena de acción, sí les habría gustado. ¿O sea que todas las películas rápidas son buenas y todas las lentas son malas?
El tema llamó a mi reflexión a propósito de la entrega por estos días de los Premios Óscar, los máximos galardones de la industria cinematográfica de los Estados Unidos. Y a raíz de algunas de las películas nominadas a dichos premios, particularmente “Roma”, del mexicano Alfonso Cuarón, y “Guerra fría”, del polaco Pawel Pawlikowski. Casualmente ambas en blanco y negro: ¿será que el blanco y negro va de la mano de lo lento?
Ambas catalogadas o criticadas de lentas por muchos espectadores y aficionados al cine. Lo curioso es que, pese a lo lentas o quizás por ello, o sin importar si son lentas o rápidas, sino solo si son buenas, las dos están nominadas en muchas de las categorías de los Óscar. La de Cuarón a diez categorías, incluyendo las de mejor película, mejor director, mejor fotografía y mejor guion. La de Pawlikowski está nominada a tres: mejor director, mejor película extranjera y mejor fotografía.
Algo valioso, algo importante, alguna sutileza, alguna gran historia, algunos personajes entrañables deben tener estas cintas cuando están nominadas a tantas y a muchas de las más importantes categorías que evalúa la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Hollywood.
“Roma” ya es considerada una verdadera joya del séptimo arte, y hay quienes afirman que es una de las mejores películas latinoamericanas de la historia.
Ambientada en el convulso México de comienzos de los setenta, la historia parte de los recuerdos de infancia de Cuarón en la colonia Roma de Ciudad de México, donde vivió con su familia. Narra de manera detallada la vida cotidiana de una familia de clase media y de Cleo, su empleada doméstica, eje sintagmático alrededor del cual gira la historia.
La cámara recrea con parsimonia, como si fuera una lenta composición pictórica, escenas familiares de la casa, el agua de la limpieza en el piso, las labores de la empleada, la presencia y tensiones de los miembros del hogar, las diferencias sociales entre patrones y criadas, y los dramas de la cotidianidad de una familia de clase media mexicana, que puede ser la de muchas familias latinoamericanas.
Qué tal si pensáramos cosas como que me gustó mucho la película porque es lenta, bella, nostálgica, contemplativa, así como es mejor el sexo lento que el rápido, la novela profunda que el ligero “best seller” de aeropuerto o un poema de Neruda que el trino de un expresidente.
Por su parte, “Guerra fría” es un poema de amor y desamor de la cinematografía de todos los tiempos, en el marco de la llamada guerra fría. Un lienzo en movimiento en el que se destacan las texturas y tensiones del blanco y negro y las particularidades psicológicas de los personajes, construidos a partir de sus aventuras y desventuras y de sus intensos sentimientos encontrados y confrontados por la realidad política y social.
Escrita, dirigida y dedicada a sus padres por el polaco Pawel Pawlikowski, el mismo director de “Ida”, ganadora del Óscar a mejor película extranjera en el 2015, “Guerra fría” es una cinta estética, contenida, con diálogos sutiles y letales, bellamente lenta y trágicamente amorosa. Aunque no me es dado contarles el epílogo, baste con recordar idílicamente a “Romeo y Julieta”, de Shakespeare. La amalgama de la trama, el contexto histórico, la imagen y la música la hacen una de las más bellas favoritas a los Óscar.
Así como lo hemos hecho en el pasado y lo hacemos en este presente, ojalá podamos disfrutar en el futuro de muchas otras películas lentas del colosal tamaño estético y la artística factura cinematográfica de “Roma” y “Guerra fría”. Y ojalá nunca más pensáramos aquello de que la película es mala porque es lenta: puede ser lenta y ser muy buena, y puede ser rápida, repleta de acción, y ser muy mala. Algo parecido pasa con el cordero al horno y la hamburguesa.
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