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La ciudad de Quibdó, capital del departamento de Chocó, está conmocionada por la crueldad que acabó con la vida de tres niños producto de la guerra entre bandas delincuenciales: dos de ellos murieron de inmediato durante el ataque a machete y con armas de fuego; tenían 17 y 12 años.

El tercer niño, de 11 años y quien llegó vivo al hospital San Francisco de Asís, murió dos días después. Había llegado con  heridas en el tórax, le habían amputado una mano y había sido atacado con arma de fuego y arma blanca.

El asesinato de los tres niños esta semana a manos de una organización delincuencial identificada como Los Locos traspasó todos los límites pero no es la primera vez que ocurre.

En este país de mierda, de descomposición social extrema, de amnesia social y colectiva se cuentan casos de mafiosos que han llegado a asesinar a los hijos pequeños de sus enemigos solo por venganza y para infligir el mayor dolor moral posible.

A los niños en este país los golpean, los abandonan, los violan, los torturan, los secuestran y los matan pero no pasa nada. No se hace justicia, las investigaciones se archivan, los sospechosos quedan libres y las manifestaciones de dolor, de solidaridad y de acompañamiento se van desgastando y perdiendo hasta que, como todo lo demás, se olvidan.

Ya ni las cifras estremecen porque también se volvieron paisaje. Y entonces llegan los comentarios desprevenidos de quienes tal vez no han vivido, afortunadamente, en esa otra Colombia que se desangra y agoniza sin contemplaciones: “Qué más se puede esperar si allá solo hay delincuentes”; “ah! , pero si fue una guerra entre grupos armados ilegales” ó “seguro niños delincuentes, de padres delincuentes que desde que nacen lo llevan en la sangre”.

Y, entonces, ¿Qué dicen los que sí saben de la realidad que allí se vive? ¿Cuándo dejarán de salir a repudiar, a condenar y a ordenar investigaciones exhaustivas que llegarán hasta sus últimas consecuencias para que a los responsables les caiga todo el peso de la ley? ¿Dónde están los líderes de una nación dando la batalla para que podamos avanzar hacia un país menos violento y con más igualdad de condiciones para estudiar, trabajar y vivir con dignidad?

Me niego a creer que estamos condenados a vivir eternamente en este círculo vicioso donde las historia de miseria, de abandono y de injusticia se siguen contando y se siguen viviendo sin que nunca cambie nada; sin que haya progreso, sin que haya soluciones efectivas.

Los niños siempre nos deben importar no solo por su inocencia y su fragilidad sino porque son la base del futuro y es a ellos a quienes debemos educar, alimentar, vestir y amar para que puedan sanar sus heridas y sus remordimientos de un pasado que les tocó vivir pero al que no podemos condenar a repetir.

Y eso se logra, primero que todo, con conciencia y convencimiento de que los niños deben ser la prioridad. Y una vez logrado esto enfocar todos los esfuerzos, todos los recursos hacia ese fin. Pero mientras sigamos teniendo pueblos olvidados a su suerte; mientras no se abran escuelas, se nombren maestros, se acompañe a las comunidades y se les brinden fuentes de trabajo, puestos de salud y entornos seguros y amigables, no lo vamos a lograr.

A eso le deben apuntar quienes empiezan a montar sus campañas para ser los próximos gobernantes del país. Pero con convencimiento, no solo por conseguir los votos que los llevarán a ocupar los más importantes cargos públicos y a gozar de codiciados beneficios personales. Si el pueblo los elige es para que trabajen por el pueblo pero con total dedicación y fe en la causa. Lo demás, es demagogia.

Fuente

RCN Radio

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