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Después de varios años de estar desarrollando jornadas de "día sin carro" y ahora también sin moto, los balances arrojan resultados positivos en cuanto descontaminación ambiental y auditiva, incentivos al uso de la bicicleta y mejoramiento de los medios de transporte masivo, pero preocupación y quejas por parte del sector comercial y de la producción en algunos campos específicos.

La pandemia, por ejemplo, dejó la enseñanza de poder trabajar desde casa en casi la totalidad actividades, oficios y profesiones. Y cuando el mundo pudo volver a vivir con la población ya inmunizada, muchas empresas optaron por establecer la presencialidad parcial por los beneficios económicos, sociales y de optimización de recursos que ofrecía el llamado teletrabajo o trabajo en casa.

Sin embargo, y dicho por los expertos, el "día sin carro y sin moto" afecta ciertos sectores de la economía cuando su actividad requiere de presencialidad total, por lo que sugieren que se lleguen a establecer jornadas incluso repetitivas (más de una vez al año) pero convalidadas con las empresas y en general con los ciudadanos a quienes cobijen este tipo de ejercicios.

Las primeras ideas para desincentivar el uso del carro y fortalecer el uso de transportes masivos más eficientes se empezaron a escuchar a raíz de la crisis del petróleo en 1973, pero pasaron 21 años más para que en 1994 se realizaran las primeras jornadas de día sin carro en Islandia y Francia, mientras que Reino Unido lo hizo por primera vez en 1997.

En el año 2000 se tomó como día mundial la fecha del 22 de septiembre y se implementó en Europa, extendiéndose las actividades por una semana, y se empezó a crear conciencia ciudadana sobre los graves riesgos medioambientales a nivel global por culpa de la contaminación producida desde diferentes sectores.

En Colombia, ciudades como Bogotá, Medellín y Cali -con mayor número de habitantes-comenzaron a aplicar el día sin carro a partir del 2001, pero actualmente otras como Bucaramanga y Montería se han ido sumando a la fecha y agregando la prohibición a las motocicletas que pasaron de ser deportivas a uno de los principales medios de transporte y de trabajo. 

Así las cosas, y reconociendo los beneficios que está dejando la jornada en cuestión, valdría la pena buscar el equilibrio consensuado con todas las áreas involucradas en la suspensión del uso de carros y motocicletas.

Pero, además, valdría también la pena revisar -y esto sí de manera permanente- las medidas que se aplican para prevenir o controlar la contaminación que producen los vehículos de carga o particulares, que vemos destilando sus gases por las vías de ciudades grandes y pequeñas, a su libre albedrío y ante la mirada indiferente de las autoridades.

El continuo desarrollo industrial y sus actividades generan un gran porcentaje de desechos contaminantes que afectan la calidad del aire, el suelo y el agua, por lo que allí también hay que enfocar acciones de control.

Entonces, tener en cuenta a la hora de determinar la realización de jornadas sin carro estos otros elementos contaminantes que de una u otra manera se pueden considerar afines entre el grupo de mayor impacto en el daño que generan al medio ambiente, puede llegar a ser muy positivo para flexibilizar la medida con los sectores que indefectiblemente necesitan de su fuerza laboral presencial para poder subsistir y hacer eficiente su función.

Fuente

RCN Radio

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