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Soñar con alguien que no está hace nueve años puede ser señal de un problema de comportamiento, una insistencia francamente inaceptable en vista de las circunstancias, o para otros la única esperanza de reencontrase con el ser querido e incluso un reclamo que la propia víctima hace para que se haga justicia.

Desde que Fredy Vicente Erazo desapareció en Ipiales (Nariño), un 27 de junio de 2012 mientras preparaba un viaje para transportar mercancía a Ecuador, doña Carmen dice que todos los días siente “una sensación dura de dolor, tristeza e incertidumbre”.

Está intacto en su memoria el recuerdo de lo que pasó en esa fecha, cuando su hijo salió al final de la tarde para entregar los  documentos de legalización del viaje en su camión hasta la ciudad ecuatoriana de Tulcán, pero nunca regresó.

“Dos días después recibimos una llamada de un teléfono ecuatoriano, en la que un extraño nos decía que a mijo lo tenían guardado, que nos tenían vigilados, que no intentáramos nada, al tiempo que pedían una millonaria suma de dinero”, recordó en La Noche de la Libertad doña Carmen.

La familia pidió pruebas de supervivencia que nunca fueron entregadas, no se pagó ningún rescate y finalmente se perdió todo  contacto hasta este momento en el que se cumplieron nueve años de ausencia.

A pesar de las circunstancias y el tiempo, doña Carmen dice que seguirá esperando a su hijo hasta que vuelva o hasta que le entreguen los restos, con una actitud que va en contravía de lo que piensan algunos de sus conocidos, amigos y hasta familiares que le piden que “olviden el asunto, que desistan y que pasen la página”.

-“La familia ya no pregunta y creo que los demás piensan que está muerto”, dice con profunda tristeza, tras lo cual agrega que, en todo caso, “su corazón le dice que está vivo”.

-“Siempre tengo sueños bonitos con él y ojalá que se cumplan”, dice al recurrir a ese ejercicio de imaginar, cuando hay más incertidumbre que certezas.

Dice que la última vez que lo soñó timbraban a la puerta y por la ventanita del portón vio a un señor desconocido con una patilla bien grande.

-¿A quién necesita?, le pregunté.

-No se acuerda de mí, me dijo.

Doña Carmen continúa relatando qué fue por la voz que lo reconoció, “aunque era bien distinto y estaba muy gordo”, tras lo cual le abrió la puerta, le ayudó con las dos maletas que trajo consigo y luego lo agarró tan fuerte de la cintura que Fredy Vicente le dijo “que lo soltara para poder conversar”.

-Siga mijo, le dijo entonces durante el sueño, del que se despertó abruptamente en medio de los ladridos del perro de la casa, ubicada en Ipiales Nariño.

Eso de soñar a una persona desaparecida es para el profesor asociado del Departamento de Psicología de la Universidad de Los Andes, Juan Pablo Aranguren, más allá de un hecho anecdótico, “una representación de la angustia que debe ser interpretada”.

El profesor Aranguren ha acompañado procesos de duelo y de búsqueda de familiares de desaparecidos y en el programa La Noche de la Libertad aseguró que los sueños son mecanismos que utilizan las familias para acercarse a la historia y que “esas presencias oníricas merecen ser tenidas en cuenta”.

La visión de un experto en este tema le dan un vigor especial a las palabras de doña Carmen, quien reitera que en esos sueños “ve a su hijo trabajando en una mina ubicada entre dos montañas, que no sabe si es en Colombia o Ecuador, pero que tiene la certeza que está vivo y que algún día va a regresar”.

El profesor Aranguren, encargado de adelantar recientemente una investigación titulada “Ante el dolor de los demás”, asegura que es posible hacer representaciones sobre estos relatos de sueños y que esas apariciones espectrales que relatan las mamás “pueden ser el insumo para construir algo”.

“Ese sueño asfixiante es una demanda de justicia y por eso es complicado abordarlo desde un punto de vista analítico y claro que toca disponerse para entenderlo”, dijo durante un evento organizado por Consejo de Redacción y titulado “Diálogos con la ausencia”.

Hizo recomendaciones a los periodistas que cubren el conflicto y que abordan este tipo de historias, en el sentido que es necesario pensar que “muchas veces hay que abocar hasta las historias contadas en los sueños” cuando se hable de la situación de los desaparecidos en Colombia.

-“Denle un lugar a la incertidumbre como posibilidad”, dice el profesor Aranguren.

-“Es un sueño bonito y Dios quiera que mi hijo llegue alguna vez”, reitera  doña Carmen.

Fuente

RCN Radio

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