Tan austriaco y tan vallenato
La historia cuando se patenta el acordeón por parte de una persona distinta a su inventor.
Suena tan vallenato, pero su origen se sitúa en Austria. Fue concebido en tiempos de música clásica y se ha convertido en el instrumento predilecto para interpretar vallenato en Colombia, tango en Argentina con el bandoneón, música norteña en Méjico y bachata en República Dominicana.
Cuenta la historia que este instrumento musical de viento fue inventado por el austriaco Cyrill Demian en el año de 1829 y, junto con sus hijos Cari y Guido, lo patentó un seis de mayo con el nombre de accordion.
Sin embargo, como ocurre con los inventos de distinta índole, fue otro el que lo patentó de manera formal un 13 de enero de 1854.
El personaje se llama Antonhy Fons y se dice que patentó este fenomenal invento compuesto de un fuelle, un diapasón y dos cajas armónicas, después de haber hecho algunas modificaciones al instrumento original construido por Demian.
Eso de patentar algo que otro construyó a atribuirse la invención parecía ser muy normal por la época, si se tienen en cuenta que en septiembre de ese mismo año se dice que el italiano Antonio Meucci inventa el teléfono, aunque ese alarde de imaginación se le atribuyó por años a Alexander Graham Bell.
Tiempo después, el Congreso de Estados Unidos reconoció a Meucci ser el primer inventor del teléfono, con lo que se puede inferir que muchos investigadores fueron haciendo sus aportes para ir modificando y mejorando las características de estos artefactos.
Mientras por estos días se recordaba el momento en que fue patentado el acordeón, para seguir haciendo memoria, digamos que ciudadanos alemanes fueron los primeros que trajeron acordeones a Colombia a través de la península de La Guajira.
En Europa este instrumento es muy popular, particularmente en Alemania y en varias regiones españolas, hasta el punto que incluso algunos de los más destacados escritores han destacado sus excelsas cualidades, como el afamado poeta español Pio Baroja que en le década de los 30 escribió lo que llamó “El elogio sentimental del acordeón”.
Baroja habla del “viejo acordeón” como ese instrumento que produce “sobrealientos de asmático” y lo compara con “un marinero que murmura con estruendo” o lo define como “la voz que sale del pulmón de un plebeyo”.
“¡Oh modestos acordeones! ¡Simpáticos acordeones! Vosotros no contáis grandes mentiras poéticas como la fastuosa guitarra; vosotros no inventáis leyendas pastoriles como la zampoña o la gaita; vosotros no llenáis de humo la cabeza de los hombres como las estridentes cornetas o los bélicos tambores”, escribió Baroja.
Y para hablar de la cercanía de esos instrumentos tan cercanos a nuestra cultura, Baroja los dibujaba como “humildes, sinceros, dulcemente plebeyos, quizá ridículamente plebeyos; pero vosotros decís de la vida lo que quizá la vida es en realidad: una melodía vulgar, monótona, ramplona ante el horizonte ilimitado”, dice el texto de Baroja.
El negro Alejo Durán pidió ser enterrado de su pedazo de acordeón, ese al que canto diciendo: “Este pedazo de acordeón hay donde tengo el alma mía, allí tengo mi acordeón y parte de mi alegría”.
Y al gran compositor e intérprete declaró su amor profundo pidiendo “muchachos si yo me muero les vengo a pedir el favor. Hay me llevan al cementerio este pedazo de acordeón.”
La historia del momento en que se patenta el acordeón, el alegre y bulloso acordeón, tan austriaco y tan vallenato a la vez.
RCN Radio