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Habían pasado muchas cosas ese 1877, paro nada tan singular y sugestivo como la invención de un artefacto para reproducir música, que terminó por convertirse en un verdadero artilugio de la tecnología.

En plena intervención inglesa la reina Victoria había sido proclamada emperatriz de la India; Porfirio Díaz  había asumido por segunda vez como presidente de Méjico; el Imperio Ruso declaró la guerra al Imperio Otomano y el 26 de junio había hecho erupción el volcán Cotopaxi en Ecuador, pero nada de esto fue tan emocionante como  el anuncio de que estaba listo un artefacto para grabar y reproducir el sonido.

Fue un 21 de noviembre de 1877 cuando Tomas Alva Edison presentó ante los ojos asombrados del mundo la figura maciza de un tambor cilíndrico hecho a mano y cubierto de papel metálico, que reprodujo la voz del propio inventor, lo que se constituyó en una emoción por partida doble.

Mientras León Tolstoi terminaba ese mismo año su Ana Karenina y en Cuba se creaba el danzón, precursor del mambo y primer baile nacional cubano, Alva Edison se regodeaba presentando al mundo el fonógrafo y el micrófono.

Y aunque esto no fue una cosa de niños, hay que contar que lo primero que se escuchó en ese fonógrafo, fue una declamación de la conocida Canción Infantil María tenía un corderito,

Nadie sabe que tono tenía la voz de Tomás Alba Edison, o por lo menos es lo menos importante en vista del acontecimiento, pero resulta divertido pensar que hoy hace 134 años el fenomenal inventor declamada algo así como ““María tenía un corderito, corderito, corderito; bLanco era el corderito, blanco como la nieve”.

Y baste recordar que aparte del fonógrafo, cuya invención estamos recordando, Alva Edison también inventó la cámara de cine y el bombillo incandescente, como para que no digan que no se le prendía el bombillo.

Y ahora que hablamos de sonido y reproducción, es inevitable hablar de música, ahora que se conmemora el día de su patrona.

De niño tenía la idea que todas las bandas de música que llegaban a los pueblos a animar las fiestas patronales se llamaban Santa Cecilia y con el tiempo descubrí que los populares chupacobres rendían un homenaje a la Santa Patrona torturada y sacrificada un 22 de noviembre, tras convertirse al cristianismo.

También conocida como Cecilia de Roma, perteneció a la nobleza romana y siempre era retratada con un órgano, un laud y rosas.

Fue el Papa Gregorio Trece quien la declaró Patrona de los Músicos en 1584 y hoy es mecenas, además de compositores, fabricantes de instrumentos y hasta poetas.

Es famosa la iconografía construida con su figura, especialmente un cuadro de autor anónimo del Siglo 17, en el que aparece la Santa con un coro de Angeles.

Cuenta la historia, que en 1695 se realizaron en Edimburgo las primeras celebraciones en su honor  y entre 1919 y 1920 fue Brasil el pionero en este tipo de celebraciones en América Latina.

En todo caso alrededor de la Santa Cecilia no todo es bombardino, trompeta, saxofón y percusión, sino que también hay una pieza clásica estrenada en 1942 en la BBC de Londres y que se llama el Himno de Santa Cecilia y otro llamado “El cuento de la segunda monja”, entre muchas piezas.

Alrededor de la patrona no suena únicamente porro, ni los ritmos de las que se conocían como bandas pelayeras, sino que hay por ejemplo poemas de factura excelsa, que empiezan “en un jardín sombreado, con cadencia reverente y salmo sutil” como lo describe el poeta.

 Un poema que habla de un momento musical y que habla de cómo “notas tremendas de su gran máquina, resonaron con estruendo sobre el aire romano”.

Odas, poemas canciones y una historia vigorosa para recordar a esta santa que presumiblemente murió un 22 de noviembre del año 177 Después de Cristo.

Dicen que la Santa Cecilia escuchó música celestial en su corazón cuando se vio obligada a casarse y su esposo le prometió preservar su virginidad.

A música como un pretexto para recordar estas efemérides.

Fuente

Rcn Radio

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