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Las cifras son contundentes: en Colombia 246 ciclistas perdieron la vida entre el 1 de enero y el 31 de julio del presente año, según la Agencia Nacional de Seguridad Vial. Y esa cifra equivale a un incremento del 31 % frente al mismo período del año anterior, cuando perecieron 188 personas.

Hablamos de ciclistas porque el país aún se encuentra en shock por la trágica muerte de Danna Valentina Méndez, una joven promesa del ciclismo profesional con apenas 15 años de edad y cuya vida le fue arrebatada por un camión que la embistió en una carretera de Boyacá el pasado domingo. Y mientras la noticia se regaba como pólvora, en Bogotá la muerte de otro ciclista en la carrera séptima con calle 48 en condiciones similares, aumentaba el saldo de 44 víctimas registradas en la capital del país durante 2019.

El debate se generó de inmediato, pues aunque se ponía de presente que tanto ciclistas como motociclistas llevan siempre las de perder por la vulnerabilidad a la que están expuestos, se empezaron a escuchar voces de quienes advierten que no siempre la culpa es de los conductores de los vehículos de cuatro o más ruedas  y que, en muchas ocasiones, la causa de los accidentes en que se ven involucrados es por imprudencia o irresponsabilidad de los primeros.

Los fatales escenarios no son solo las carreteras, donde entrenan ciclistas que se preparan para competencias profesionales y que también las recorren diariamente trabajadores y  estudiantes que se desplazan entre municipios cercanos por razones de su oficio. También son fatales escenarios las grandes ciudades, con avenidas cada vez más congestionadas, con un número cada día más amplio de ciclistas que no cuentan con la infraestructura mínima necesaria para que sus desplazamientos sean seguros.

Según cifras de Medicina Legal de los últimos tres años, Bogotá es la ciudad donde más casos de muertes de ciclistas se registran con 193 episodios, seguida del departamento del Valle del Cauca con 183 casos, Cundinamarca con 149, Antioquia con 133, Boyacá con 57 y Tolima con 52. Son esas estadísticas las que tienen muy preocupadas a las autoridades y que nos deben poner sin pérdida de tiempo en el camino de la prevención real y efectiva para reducir la siniestralidad y el fallecimiento de quienes utilizan este tipo de vehículos para trabajar, estudiar o competir en escenarios deportivos.

De manera que hay que empezar a trazar programas de prevención, capacitación, pedagogía y tolerancia tanto para ciclistas y motociclistas como para conductores de vehículos convencionales de cuatro o más ruedas. Porque yo también estoy de acuerdo en que la culpa no siempre debe recaer sobre estos conductores.

Para el director de la Agencia Nacional de Seguridad Vial, Luis Lota, las campañas de prevención en siniestralidad con los ciclistas debe aplicarse para ellos, claro, pero también para los motociclistas y para los conductores. A estos últimos hay que advertirles que guarden la distancia de vida que es de un metro con 50 centímetros, respetarlos y darles espacio. Pero los ciclistas deben hacerse visibles y ser muy consientes del riesgo que tienen al utilizar las vías públicas para que utilicen en sus desplazamientos prendas reflectivas, luces y señalización de manera correcta al momento de hacer un giro o un cruce, además de transitar siempre por la derecha.

En caso de que se presenten ciclistas en carreteras estrechas y concurridas, los conductores además de guardar el mínimo vital de metro y medio de distancia, deben esperar hasta que haya el espacio suficiente para rebasarlos, se trate de un solo ciclista o de varios. Y no sobra, para aquellos casos en que se trate de deportistas entrenando en carretera, que dispongan -como ocurre con la maquinaria pesada- de vehículos escolta, con luces intermintentes y a velocidad reducida que avisen a los demás usuarios de las vías que van en acompañamiento de un grupo vulnerable.

Y no sobran los comparendos y los controles al exceso de velocidad, a los conductores en estado de embriaguez y a los ciclistas o motociclistas que también violen sus propias normas de seguridad. Pero complementariamente a las medidas y campañas pedagógicas y preventivas hay que tener siempre presente que la vida humana no tiene precio y que un siniestro puede cambiar la historia de muchas personas en solo un segundo por imprudencia o por intolerancia

Porque debemos ser respetuosos pero también comprensivos y pensar por un instante que el que va en ese vehículo de dos ruedas puede ser un hijo, un hermano, un amigo, una madre cabeza de familia, una estudiante, la empleada de una fábrica o una joven de 15 años promesa del deporte colombiano.

Fuente

RCN Radio

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