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Juan Manuel Santos pensó en renunciar
Juan Manuel Santos estuvo en la Presidencia durante ocho años.
Foto: Colprensa

El libro de Enrique Santos ‘El país que me tocó’ promete convertirse en el best seller de la literatura colombiana en 2018. 

Santos, hermano del expresidente Juan Manuel Santos, recapituló varias de sus vivencias a los 70 años donde lógicamente recordó episodios del anterior gobierno. 

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Sobre este libro, el exministro Juan Lozano hizo una selección de los episodios que pueden resultar, a su juicio, provocadores pero importantes por lo que representaron para el país.

Uno de esos escenarios que remembró Enrique Santos da cuenta de cómo Juan Manuel Santos puso sobre la mesa la posibilidad de renunciar el 2 de octubre de 2016. Ese día, el entonces Presidente de la República sufría una de sus derrotas más duras: el plebiscito por la paz. 

Por un margen mínimo Santos fue derrotado por los promotores del No –encabezados por Álvaro Uribe Vélez– y consideró entonces dejar la jefatura del Estado

Estos son algunos apartes del libro: 

“Nunca olvidaré el estado de ‘shock’ colectivo en el que quedamos los asistentes a la reunión en la Casa de Nariño a la que invitó el Presidente (Santos) para ver el desenlace electoral. Miembros del equipo negociador, ministros, asesores y algunos amigos personales no podíamos creerlo. Se había perdido (el plebiscito) y por apenas 54.000 votos (menos del 0,4 por ciento). Santos se encerró media hora en su biblioteca y luego convocó a quienes habíamos estado cerca del proceso... a una reunión en que planteó de entrada su renuncia. Así de hondo sintió el golpe. Todos le dijimos que esta no era la salida, sino más bien la de concentrarse en cómo salvar los acuerdos”. 
 
“Al gobierno Santos le sobró voluntad pero le faltó ejecución. Muchas decisiones presidenciales se diluían en la maraña burocrática por falta de seguimiento o de capacidad gerencial”. 
 
“La cosa se complicó, por supuesto, con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, que no tardaría en mostrar sus reparos al proceso y en endurecer su presión antinarcóticos sobre las autoridades nacionales”. 
 
“Un gobierno (Santos) que había perdido sus mayorías y su poder de convocatoria no logró sacar adelante reformas serias en el agro, que son... hasta cierto punto la nuez del conflicto”. 
 
“...Desaparecida la amenaza de las Farc, la clase política y el empresariado no mostraron mayor interés en las reformas acordadas en La Habana. Lo que sí se mantuvo vivo fue el apetito de una frondosa y voraz burocracia que comenzó a disputarse los recursos de la paz”. 
 
“...Una pregunta que no dejo de hacerme es cómo es posible que aún haya colombianos que no entiendan que la dejación de las armas por las Farc es el hecho más importante de nuestra historia reciente”. 
 
“La imagen del vapuleado expresidente Santos sube luego de abandonar el poder. ¿Tenía razón cuando decía que gobernaba para la historia y no para las encuestas?”. 
 
“Hubo sobreventa de la paz y sus beneficios económicos o sociales, y esto alimentó el desencanto. En momentos clave, el Gobierno improvisó demasiado, y en otros se notó ausencia de liderazgo político más personal y activo”. 
 
“Dos años después de firmados los acuerdos, muchos no entienden que el Estado aún no haya hecho presencia eficaz en los territorios donde esta era más urgente. Presencia no solo militar –también precaria–, sino la que se traduce en servicios elementales de agua, luz y vías”. 
 
“Como están las cosas, podría parecer casi irrelevante la inquietud de si el gobierno de Duque va a respetar, implementar o modificar los acuerdos. Bastaría que no hiciera nada para que todo siguiera empantanado, una manera de castrar la paz sin que aparezca como culpa suya. Prefiero creer que Iván Duque, que ha demostrado ser un hombre inteligente y ecuánime, honrará los acuerdos suscritos”. 
 
“Frente a la Colombia actual me invade cierta sensación de fracaso; de no haber sido capaces de dejarles a los que nos siguen un país más pacífico y equitativo, pese a todas nuestras prédicas sobre fraternidad y justicia social. Deprimen la pobreza que nos rodea y las distintas violencias que aún pululan. Los jóvenes tienen que decir ¡no más!”.

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