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Secuestro
Las autoridades investigan lo acontecido.
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Ahora que se confirmó que el abogado Enrique Márquez Díaz murió en cautiverio tras 19 años de secuestro, doña Amalia de Márquez sólo espera que sea el propio Romaña quien le entregue los restos de su hijo.

El exguerrillero Henry Castellanos fue el responsable de ejecutar el secuestro de Márquez el 11 de febrero de 1999 en Bogotá y la justicia lo había condenado por eso. Sin embargo, aunque durante las negociaciones de paz en La Habana fue preguntado insistentemente por ello, siempre guardó silencio y en un momento simplemente aseguró: “Ni me acuerdo”.

Esta agobiada mamá asegura que recibir la noticia es terrible, pero señala que está dispuesta a reunirse con Romaña para que le diga la verdad sobre lo ocurrido con este abogado secuestrado cuando tenía 30 años de edad y que se desempeñaba como el funcionario de la cooperativa Conalcrédito.

“Estos 19 años han sido una carga muy dura y difícil, y recibir la noticia de su muerte es terrible”, dice doña Amalia, quien insistentemente había asegurado que “no podía perdonar hasta que no supiera qué había pasado con su hijo”.

Los mensajes

Ella, que cada madrugada de lunes mandaba a través de La Noche de la Libertad en RCN Radio mensajes a su hijo saludándolo como “mi Kike Kike del alma”, dice que el paso del tiempo no logró mitigar el dolor, que ni un instante pudo olvidar las circunstancias de su secuestro y que durante estos 19 años repitió hasta el cansancio las palabras dolor, fortaleza, fe y esperanza.

“Todo terminó con el secuestro de Enrique y hasta hoy en la casa no ha habido fiestas ni cumpleaños y con la noticia de su muerte cada día nos hará más falta”, insiste.

En su último mensaje a través de La Noche de Libertad, doña Amalia empezaba diciendo: “Kike Kike del alma, mi amor, estamos cumpliendo 19 años larguísimos y eternos de tu ausencia, pero no nos vamos a dejar vencer por el pesimismo y al contrario seguimos con la frente en alto, pidiéndole a Dios que nos lleve de su mano”.

Y le había reiterado al exguerrillero de las Farc que dijera la verdad sobre lo ocurrido, insistiendo que Dios es el único que no les ha fallado en todo este tiempo.

“Esa gente no ha querido hablar y Romaña, que es el único responsable, no quiere decir nada. Ellos no se acuerdan de nada, sufren de amnesia, pero bueno”, dijo en el que puede considerarse como el último mensaje que envío a su hijo a través de la radio.

“Vida mía, ahora recibe un beso y un abrazo con la bendición de tu gatica que te adora con toda el alma, que te ruega no desfallecer”, le dijo doña Amalia a su hijo, tras prometerle que se “escucharían en el próximo mensajito”.

Pero ahora no habrá un nuevo mensaje y en consecuencia, desde el próximo programa de La Noche de la Libertad, ya no se escucharán las voces de doña Amalia y su esposo Ismael, quienes hace diez años enviaban cada amanecer de lunes un mensaje para contarle las cosas de la casa, de lo tanto que había crecido su hija, de la salud, de lo recuperado que está el flaquito y de la larga lista de saludos de conocidos y familiares.

Se disipan las dudas

Luego del anuncio de Romaña, el exjefe de la guerrilla que se hizo notorio por las llamadas pescas milagrosas, doña Amalia señala que ahora viene el proceso de aceptar que su hijo ha muerto.

Durante estos 19 años no se recibió nunca una prueba de supervivencia y la única noticia que alimentó la esperanza fue el testimonio entregado a finales de la década de los noventa por varias personas que regresaron del secuestro y contaron que a su hijo le habían concedido un permiso especial para escribir.

Don Ismael relató en su momento que quienes regresaban de las garras de Romaña le contaron que cuando a los secuestrados les daban cigarrillos y elementos de aseo, él prefería cambiarlos por cuadernos, esferos y lápices.
Entonces sus padres imaginaron que Enrique escribía un libro, luego tuvieron la idea que podría estar reclutado como guerrillero y que estaría sufriendo, pero vivo.

Sin embargo, la confirmación entregada por Romaña los ha puesto inevitablemente en un momento extraño en el que hay mucho dolor, pero también un alivio grande.

“Ahora es muy difícil dejar de verlo como un jovencito de 30 años con sus ojitos tan expresivos, con su forma de ser tan especial”, dice al final doña Amalia, como una manera de testimoniar que el tiempo se ha detenido desde el momento que fue secuestrado.

Con el dolor de su alma empieza a procesar el duelo, una palabra que se había negado a pronunciar.
 

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