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Biciusuarios en Bogotá
Biciusuarios en Bogotá. Imagen de referencia.
Colprensa

Según estadísticas de la Secretaría de Movilidad de Bogotá, actualmente se realizan alrededor de 580.000 viajes diarios en bicicleta, lo que significa un incremento del 60 % con respecto a los viajes que se realizaban al inicio de la pandemia (360.000).

Luis se dedica a la reparación de bicicletas en la Avenida Calle 13, cerca al sector de El Recodo, en el occidente de la capital. Todas sus herramientas y repuestos caben en la canasta de su cicla y su almacén es el andén de esa zona industrial.

Nicolás Romero, uno de sus clientes, pasó por ahí más cansado de lo habitual y aseguró que “necesitaba una engrasada no más, para que esté más fluida la bicicleta”.

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Ya hace un año que este taller improvisado ha dado sustento a la familia de don Luis, pero a poco más de 500 metros adelante ya hay otro taller callejero, que cuenta incluso con una mini carpa. Es el de los hermanos González.

Rafael, uno de ellos, nos comentó que ofrecen ”despinche, enderezada de rines y cositas que salgan, como guayas, zapatas, casi todo hay acá para ofrecer”.

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[AUDIO] Este es el mercado informal de 580.000 biciusuarios

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Ellos hacen parte de un mercado creciente del rebusque, dedicado a copar un espacio vacío que dejan las bicicleterías y talleres que no madrugan, como sí debe hacerlo la mayoría de los biciusuarios de Bogotá.

Don Elías se pinchó sobre la calle 13, antes del río Bogotá, a eso de las 5:30 de la mañana y vio varias bicicleterías cerradas en su camino, hasta que se encontró con Luis y por fin pudo poner el parche que necesitaba su bicicleta panadera.

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“Yo estoy acá listo a más tardar a las 6:00 de la mañana, porque es la hora en la que pasa el arrume de bicicletas y a las 9:00 de la mañana ya no hay nada que hacer y me voy”, dijo Luis, el mecánico.

Más temprano se despiertan los hermanos González. Con su bayetilla al hombro, Rafael advierte que “yo estoy aquí desde las 3:00 de la mañana, hasta las 7:30 u 8:00 de la noche”.

Pero por supuesto, como todo negocio del rebusque, se diversificó rápidamente y pronto comenzaron a aparecer en el horizonte del ciclista más y más posibilidades.

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Tatiana dijo que “vendo camibusos deportivos, chaquetas, leggins, sudaderas deportivas y todos los accesorios” y aseguró que todo viene con garantía, porque siempre está en el mismo sitio, a un costado del puente de la Avenida Boyacá con calle 80.

Más adelante estaba Brayan Steven Domínguez con una caseta llena de comidas, bebidas, frutas y la mezcla de esas tres cosas a la que llaman “salpicón”, para saciar el hambre del biciusuario afanado. 

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“Vendo frutas, ensaladas y comidas, pero lo que más llevan los ciclistas es el jugo de naranja, a $2.000”, dijo, advirtiendo que como es costumbre “hay ñapa”, una estrategia clásica de fidelización de clientes callejeros. 

Incluso encontramos a Alexander Nieves, un joven empresario que vende un dispositivo que se pega a las maletas o las chaquetas y permite con un simple movimiento de cabeza, activar unas llamativas direccionales luminosas.

Entonces, cuando vayamos a girar a la derecha, inclinamos la cabeza a ese lado y de una vez se acciona la direccional hacia la derecha”, describió el emprendedor, mostrando que el sensor de movimiento conectado a los bombillos de las direccionales se instala en la parte de arriba del casco, como una pequeña cámara.

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La calle representa varias ventajas para los clientes como Nicolás, que asegura sin dudar que “lo hacen por practicidad de los usuarios”, aunque Tatiana prefiere pensar que “les sale más barato que en un almacén”.

Don Luis, por su parte, explicó: “Primero que todo, es por el arriendo, acá en Fontibón habría que pagar $700.000 u $800.000 pesos ¿de dónde?”, preguntó de manera retórica y se contestó diciendo que “tocaría trabajar solo para el negocio, pa’ pagar arriendo”.

Y don Elías, ya despinchado concluyó que “si no fuera por este puesto yo hubiera seguido caminando, los almacenes los abren a las 9:00 y ya para qué”.

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La ventaja trae su desventaja, la intemperie no da tregua y según Rafael “sí, nos vienen lluvias fuertes, pero igual nos tapamos” mientras señalaba el plástico que cubre su carpa improvisada.

El contacto directo con tantos clientes también entraña sus riesgos, como en el caso de Luis quien nos confesó: “A mí me dió el covid. Yo duré 34 días en la casa y volví, porque toca, de eso vivo yo”.

De esa manera, centenares de personas sin empleo y con un futuro financiero incierto han visto en la bicicleta, no solo un medio de transporte para otros, sino una forma de sobrevivir.

Fuente

RCN Radio

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