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La historia no recordada del río Bogotá

Este es un recorrido por la historia del río Bogotá, un relato que inicia con la maldad y la corrupción.

La historia de la creación del río Bogotá o Funza estuvo marcada por “el grado más bajo de maldad y corrupción”. Los Chibchas antes de la conquista españolavivieron momentos de oscuridad que los llevó a la destrucción de sus valores.

“Se emborrachaban como cerdos, hasta rodar por el suelo entre vómitos y porquerías. Se mataban unos a otros por el menor motivo o sin motivo alguno”, relata el libro Río Bogotá, escrito por Eduardo Caballero y compañía.

La leyenda cuenta que los dioses (la Luna y el Sol) indignados por el brutal comportamiento de los Chibchas, los castigaron, provocando días de lluvias intensas y de fríos nunca antes percibidos. 

“Se anegaron los valles, se desbordaron los ríos, las lagunas de Fúquene y de Siecha se salieron de madre, se pudrieron los bosques, los animales huyeron enloquecidos a refugiarse en las montañas, y las caicas, las golondrinas, los copetones y las mirlas se ahogaron al caer al agua cansados de volar sin encontrar dónde posarse”, cuenta el libro de Caballero y otros autores.

Hombres y mujeres corrieron despavoridos a refugiarse en las montañas. Suplicaron a sus dioses compasión y perdón por el daño causado. La Luna y el Sol los escucharon y enviaron a Bochica. Un Dios de piel pálida, que tenía una barba blanca y larga. Bochica llegó con su vara mágica hecha de oro. Acabó con las fuertes lluvias y se dispuso a caminar por largos trayectos. Los indígenas lo siguieron en silencio hasta que se detuvo en medio de una montaña.

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Allí sacó la vara mágica e hizo que la laguna, que los había inundado, saliera por entre esa montaña formando una hermosa cascada que dio origen al Salto del Tequendama y al río Bogotá. “Entonces con un estruendo formidable, la laguna saltó en una catarata al abismo y se desaguó rápidamente dando nacimiento al río Funza”, reseña el libro Río Bogotá.

Los  Chibchas o también llamados Muiscas crearon una relación de fraternidad con el río. A esta divinidad había que hablarle, adorarle y respetarle.

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[AUDIO] Reportaje Recorrido Río Bogotá Carolay Morales

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Cambiando la relación con el río Bogotá

Varios siglos más tarde, llegaron los españoles y los indígenas perdieron la noción de la limpieza y el aseo. El agua pasó de ser una fuente de salud a una fuente de contagio cuando proliferaron las pestes durante esa época. Solo en el año 1701, siete mil personas murieron por ‘una enfermedad misteriosa’. En definitiva, la relación con el río cambió porque los conquistadores creyeron inútil esa visión del mundo Muisca.

El retrato de esta realidad, que transformó su relación con la naturaleza, se reflejó en leyes como el Acuerdo 10 de febrero de 1872 que legalizó el desaseo “siempre y cuando fuera de noche”:

“Nadie podrá arrojar en las calles, caños, plazas, caminos públicos del distrito, basuras, restos de materiales de construcción, animales muertos, ni en general ninguna clase de inmundicias, excepto en los lugares expresados en este acuerdo, ni nadie podrá satisfacer las necesidades naturales en las calles, sino en los comunes públicos; no obstante, se permite a las personas que no puedan tenerlos en su habitación que, de las once de la noche para adelante hasta las cuatro de la mañana, arrojen en los caños de agua corriente y los ríos o en los comunes, las materias excrementicias”.

Durante varias décadas del siglo XIX, el agua y no saber qué hacer con las residuales fue un dolor de cabeza para sus habitantes y  gobernantes. A principios del siglo XX esta decadencia ya afectaba el Salto del Tequendama, lugar de inspiración para poetas y científicos como José Celestino Mutis, Alexander Von Humboldt y Francisco José de Caldas, entre otros.

“Cuando se mira por la primera vez la cascada de Tequendama, hace la más profunda impresión sobre el espíritu del observador. Todos quedan sorprendidos y como atónitos: los ojos fijos, los párpados extendidos, arrugado el entrecejo y una ligera sonrisa, manifiesta claramente las sensaciones del alma. El placer y el horror se pintan sin equivocación sobre todos los semblantes. Parece que la naturaleza se ha complacido en mezclar la majestad y la belleza con el espanto y con el miedo en esta obra maestra de sus manos”: Francisco José de Caldas.

Salto del Tequendama.
En 1936, el periódico El Tiempo ya escribía sobre la agonía del Salto.
RCN Radio/Danilo Arenas.

En 1936, el periódico El Tiempo ya escribía sobre la agonía del Salto. “Lo estamos asesinando. Hemos destruido sistemáticamente los árboles de la cabecera y de las orillas del río. Hemos establecido a corta distancia del Tequendama dos poderosas máquinas generadoras de energía eléctrica”, señala el editorial, que hablaba de la ‘agonía' por la falta de agua, debido a la construcción de dos represas cerca del lugar.   

Bien lo dijo el escritor colombiano William Ospina:

“Es la persistencia de un modelo mental colonial, que venera lo distante y lo ilustre, que desdeña lo cercano como barbarie y ve lo propio como íntimo motivo de vergüenza”.

El río Bogotá, uno de los más contaminados del mundo

Los siglos XX y XXI marcaron el inicio de una cloaca para el río Bogotá. Hacía 1949, Colombia entró en una preocupación por el desarrollo tal como se venía haciendo en varios países de Europa y Estados Unidos.

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“Como resultado de la segunda guerra mundial, habían ocurrido cambios  importantes en las estructuras de producción, los cuales tendrían que ser canalizados para satisfacer los requerimientos de acumulación de capital de un sistema mundial, dentro del cual, los países subdesarrollados estaban llamados a jugar un papel cada vez más importante”, aseguró Arturo Escobar, antropólogo colombiano y profesor de Universidad de Carolina del Norte.

Surgieron entonces grandes empresas con modelos basados en el crecimiento económico, que excluyó entre otras cosas, el cuidado por la naturaleza. En el caso de Bogotá, a principios del siglo XX, ya se había acreditado una de las primeras grandes empresas que fijó su industria en la producción cervecera y causó un impacto negativo en las aguas del río.

Río Bogota en Villapinzón, Cundinamarca.
El río Bogotá nace limpio y se contamina en el municipio de Villapinzón, Cundinamarca.
RCN Radio/Danilo Arenas.

Hacía los años 1960 y 1970, la ciudad creció de manera acelerada dada la violencia desatada en distintas regiones del país. El desplazamiento fue masivo al igual que la generación de las industrias y para los años 90, el río Bogotá ya estaba en la lista de los diez más contaminados del mundo, según el Banco Mundial.

En 2014, el Consejo de Estado emitió una condena histórica y obligó a más de 70 entidades del Estado y privadas a recuperar y proteger el río Bogotá. Del río dependen diez millones de personas (47 municipios de Cundinamarca y la capital del país) que arrojan las aguas residuales a este afluente. 

Un río que está contaminado en un 98% en distintos niveles. Actualmente se trabaja en la ampliación de la única Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (Petar) llamada Salitre, que ayudará a limpiar las aguas de dos millones de personas de la zona norte.

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Además, se planea la construcción de la Petar Canoas en Soacha que descontaminará la de seis millones más de bogotanos y la de 14 Petar en varios municipios de Cundinamarca, según la autoridad ambiental (CAR).

El futuro del río Bogotá no está escrito y hay esperanza de hacer las cosas mejor, tal como lo hicieron los Chibchas en su momento.

Otros fuentes consultadas:

El Templo Muisca, Universidad Nacional de Colombia.

Río Bogotá, entre la Contaminación y la Indiferencia. Universidad Externado de Colombia.

Autoridad Ambiental CAR. 

Banco de la República.

Nacimiento del río Bogotá.
En la zona rural de Villapinzón nace el río Bogotá en el páramo de Guacheneque.
RCN Radio/Danilo Arenas.

Por Carolay Morales