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Falsos positivos Sucre
RCN Radio

Entre el 9 de julio y el 7 de agosto de 2007, 11 jóvenes, entre ellos dos menores de edad, desaparecieron de Tolú Viejo, Sucre. Dos reconocidos habitantes del pueblo, Robinson Barbosa y Andrés Pacheco los buscaron en sus casas y les prometieron trabajo en una finca con un buen sueldo.

Aunque  los primeros casos de falsos positivos en Colombia datan desde 1988, el auge se dio entre 2006 y 2009, en el Gobierno de Álvaro Uribe Vélez, pero el primer caso visible y masivo fue el de Tolú Viejo, en el departamento de Sucre.

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Informe Falsos Positivos Tolú Viejo

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Desde ese momento comenzó el suplicio para 11 familias y se destapó uno de los mayores horrores de la guerra en Colombia: los falsos positivos, personas que eran presentadas como guerrilleros o delincuentes dados de baja en combates por el Ejército Nacional.

Las madres y víctimas de Tolú Viejo fueron olvidadas, su caso quedó opacado por los falsos positivos de Soacha que se presentaron en el 2008 y coparon los titulares de todos los medios de comunicación y hasta hoy que siguen siendo el símbolo de esta práctica que el derecho internacional califica como ejecuciones extrajudiciales y otros como crímenes de Estado.

Familiares de los Falsos Positivos en Sucre

Gilma María Jiménez, es la  madre de Carlos Alberto Baleta,  desaparecido el 9 de julio de 2007, tenía 20 años cuando salió de su casa con la ilusión de un trabajo en una finca, su mujer tenía 17 años y estaba embarazada.

Cuenta a RCN Radio la señora Jiménez,  que a su hijo se lo llevaron engañado con la propuesta de trabajar en una finca ganándose 750.000 pesos, estaba estudiando un curso con el Sena de Altura para albañilería.

“Le dijeron que aceptara  la propuesta de trabajo que se fuera porque la esposa María Margarita Flores estaba cogiendo barriga, para que cuando naciera el bebé tuviera más cosas", señaló la madre de la víctima.

Dice que se enteró que Carlos Alberto estaba desaparecido por un periódico de Córdoba: “que habían seis jóvenes abatidos en combate como delincuencia común, entonces yo dije, si estos niños que fueron de último aparecieron muertos el hijo mío no está vivo”, recuerda doña Gilma.

Acota que ese 9 de julio se llevaron a Carlos Alberto y a Luis Alberto Pérez y al otro  día ya estaban enterrados en Sincé, Sucre, abatidos como guerrilleros, “ese mismo día 9 de julio los asesinaron”, dijo Jiménez. 

Recuerda que su hijo la llamó y le dijo que quería hablar con su mujer María Margarita, “yo le dije:  ¡ay mi hijo a ustedes se los llevaron engañados, los van a matar, los van a matar!, me dijo,  no cucha, no nos van a matar y enseguida colgaron, hasta ahí no más”.

Agrega que escuchó  por la emisora Radio Caracolí  de Sincelejo que había unos muchachos enterrados como NN: “eso fue con  tiros de gracia, los hicieron correr y ahí les dispararon”.

Dice que para poder sanar las heridas espera justicia, que se limpie el buen nombre de su hijo y de los demás muchachos. Doña Gilma sufre un doble dolor, tiene otro hijo desaparecido hace 19 años.

María Margarita Flores era la mujer de Carlos Alberto Baleta, el hijo de doña Gilma, le dio el beso de despedida en una esquina del barrio 3 Marías de Tolú Viejo,  ella tenía 17 años y esperaba un hijo de él, fue la primera en darse cuenta que había sido una trampa para llevarse engañados a los muchachos.

“Carlos Alberto fue sacado con una falsa propuesta laboral por Robinson Barbosa, aprovechando mi estado de embarazo que para conseguir una mejora económica. La lucha comenzó desde ese momento que sabíamos que todo eso era mentira, que ese trabajo no era el que decía ser. Robinson nos mentía, a los dos meses nos enteramos que Carlos y los demás muchachos que se habían desaparecido ese mismo mes estaban muertos y puestos como guerrilleros muertos en combate”, relata maría Margarita quien luego estudió y se hizo sicóloga.

Agrega que entonces comenzó la  lucha de las madres y familiares por la verdad, “por limpiar su nombre, recuperar la dignidad de ellos ante un Estado, ante un Ejército,  ante la Brigada 11 , ante la Fuerza de Tarea conjunta de Sucre que eran los que tenían esta empresa criminal de comprar jóvenes y hacerlos pasar como delincuentes para mostrar resultados”.

Añade que a medida que pasaban los días, les decían que fueran a los cementerios donde se encontraban más evidencias.

“Cuando fuimos a Chinú, el señor del cementerio tiene la bolsa de la ropa de Carlos Alberto. -yo sabía que ellos tenían familia aquí  tiene la ropa. Ahí es cuando uno empieza a atar cabos y a conocerse la verdad, estos muchachos tenían familia y no eran guerrilleros y nos empiezan a colaborar, nos damos cuenta que los distribuyeron en Sucre y Córdoba”, indica María Margarita.

Recuerda que los jóvenes fueron enterrados como NN: “los patean en el cementerio, se burlan de ellos, hacen con ellos lo que quisieron, en las evidencias está que Carlos tiene unos golpes en la boca, además de asesinarlos,  los maltrataron y luego se burlaban de nosotros en las audiencias”.

Cuenta que a su novio Carlos Alberto lo enterraron junto con Luis Alberto Pérez: "ellos (el Ejército), hacen el supuesto combate y levantamiento, les colocan armas que estaban viejas, oxidadas, las botas estaban nuevas. Yo tengo la foto de Carlos Alberto donde él murió, tiene la ropa y luego pretenden vestirlos y colocarlo como guerrillero, murió prácticamente a las seis, siete horas de haberse ido”, relata María Margarita.

Asegura que los muchachos fueron divididos entre los comandantes del Ejército de la zona, “en el caso de Carlos está como responsable el coronel Borja de la Fuerza de Tarea Conjunta de Sucre, él mata a Carlos, a Luis, a Julio, a Juan y a Evin ”.

María Margarita dice que esperan que los culpables del asesinato de los 11  jóvenes paguen su responsabilidad, que no se quede impune el caso y que se reconozca: “que todos eran jóvenes de bien , con metas, con futuro, que ellos le truncaron la vida, no sólo a ellos sino a su familia,  hoy mi hijo tiene 13 años y pregunta por su papá, no entiende porqué el ejército le quitó la vida a su papá ".

La sicóloga advierte que entre los falsos positivos de Tolú Viejo está Evin David Paternina, desaparecido el 7 de agosto de 2007 y cuyo cuerpo no aparece, pero sí  lo han mencionado los responsables de su desaparición.

“Han pasado 14 años y todavía no se sabe el paradero de Evin, fue el último de los  muchachos que se desaparece, también fue contactado por Robinson y Andrés Pacheco quienes lo contactan y  reconocen que se lo llevan para el supuesto trabajo pero su cuerpo nunca lo han entregado”, dijo la mujer. 

María Margarita Flores recalca que Evin: “era el niño del pueblo, tenía 16 años, pero aparentaba ser un niño de nueve porque tenía algún retraso psicológico, tenía un leve retardo eso lo hacía diferente, lo hacía más vulnerable. Exigimos que lo entreguen, que los responsables dentro del proceso entreguen su cuerpo o su ubicación para que su familia descanse”.

Gracias a las denuncias tempranas de María Margarita, los dos reclutadores fueron capturados y se descubrió como operaba esta alianza macabra con el coronel Borja comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta de Sucre.

Bercelio Julio Oliveros es hermano de Julio Ravel Oliveros, quien salió de su casa en Tolú Viejo el 22 de julio de 2002 a la edad de 28 años y nunca regresó.  Narra que en la noche anterior al 22 de julio de 2007, su hermano había parrandeado,  bailado, estaba dormido en la casa. 

“Unos vecinos dijeron por ahí estuvo Andrés Pacheco buscando a Julio,  mi hermano salió y no lo vimos , pasamos toda esa noche buscándolo hasta el día siguiente por la noche y nada, pero ya sabíamos que unos muchachos del pueblo estaban desaparecidos, hasta que Gilma que es mamá de uno de los muchachos vio a los seis meses en Medicina Legal un video en el que estaba él con el otro muchacho que se desapareció,  enterrados como N.N,” comenta Bercelio.

Afirma que el acta de levantamiento del cadáver decía que había muerto el 22 de julio, el mismo día que se lo llevaron: “los enterraron como N.N,  en el acta de levantamiento decía que estaban azotando la región y los mataron como guerrilleros muertos en combate. El levantamiento del cadáver lo hicieron  el 23 de julio de 2007,  el apareció en la Tablita, Corregimiento de El Roble a una hora y media de acá del pueblo”, puntualiza Bercelio.

Asegura que el comandante del grupo que mató a su hermano Julio Ravel era el Coronel Borja: “Mi  hermano nunca había cogido un arma , era trabajador de oficios varios aquí en el pueblo ,dejó dos niñas una de dos años y una de un año”.   Bercelio subraya  que  Andrés Pacheco era un mediador de los militares, “les  ofrecía trabajo a los muchachos para pagarles y los vendía a los militares que hacían el trabajo sucio de matarlos,  acribillarlos”.

Con tristeza, Bercelio comenta que los jóvenes asesinados de Tolú Viejo,   “eran unos buenos muchachos, no se metían con nadie, eran hasta menores de edad, no sé qué fin tendrían con los muchachos si era por ascensos, por plata”.

Indica que lo único que quieren es justicia, que se sepa la verdad: "este es un caso que ha salido adelante gracias a nosotros mismos,  está olvidado por la prensa, por las  de la noticias, el país no sabe nada de esto, poco sabe de lo que sucedió. El caso de los 6.402 falsos positivos es una empresa criminal grande que destruyó muchos sueños, que hasta me hizo parte de esa destrucción, porque mire como estoy,  14 años después luchando por mi hermano, por la dignidad de él, eso fue algo creado desde arriba que todavía no sabemos de quién, estaba maquinaria mente calculado y sabían lo que estaban haciendo”, concluye Bercelio Julio Oliveros.

La prensa jugó un papel importante para saber lo  que estaba pasando con los jóvenes que habían desaparecido de Tolú Viejo,  Yovanis Pineda, era el corresponsal del Meridiano en Sucre. Recuerda que en esa época habían creado la Fuerza de Tarea Conjunta de Sucre para combatir a la guerrilla.

 “En ese momento ellos tenían su oficinas de prensa y a nosotros nos llegaba  información oficial, boletines, fotografías que publicamos  y posteriormente aparecen unas personas reclamando por esa información, de dónde había salido  esa información. Que mire ahí sale mi hijo, pero él no es guerrillero, él no es delincuente, el desapareció hace cinco días y no sabemos dónde estaba y ahora leemos el periódico, ¿qué pasó ?, preguntaban ”, indica el periodista.

Acota que en los boletines del Ejército se daba parte que “habían sido dados de baja cinco delincuentes en el San Jorge,  se decía que habían sido abatidos en combate con la fuerza pública cuatro guerrilleros, o dados de baja extorsionistas,  cuatreros” .

Pineda señala que un fin de semana llegó una señora al periódico con una fotografía de un hijo, un muchacho que había prestado el servicio en la Armada y tenía un fusil en la mano izquierda. “Contrastamos una fotografía del periódico que habíamos publicado donde aparecía una persona con una pistola en la mano derecha, era el hijo que lo abatieron como delincuente, me dijo,  mi hijo es izquierdo”, sostuvo.

Entonces dice el periodista Pineda, “aparecieron otras personas haciendo similares reclamos o tratando de limpiar el nombre de esas personas y empezamos a contrastar esa información de las personas que venían con las que teníamos allí y algo no cuadraba y ahí empezamos a publicar las versiones de ellos y ahí fue cuando se empezó a destapar este cuento de los falsos positivos”.

Dialides Pérez Mercado es la mamá de Luis Alberto Pérez Mercado, el salió a un curso de construcción el 9 de julio de  2007 y nunca regreso. Angélica María Díaz, era su novia, ella tenía 17 años, estaba embarazada.

Cuando salió me dijo que estaba haciendo un curso de construcción y me dijo: “vieja, ya me voy, desayunó, se bañó y se fue, y me dijo: me hace una mazamorra, no deje que la negra me la haga porque me la pone clarita, y yo le dije bueno mi hijo yo te la hago”, recuerda con nostalgia doña Dialides.

Angélica María tenía 17 años cuando desapareció su marido Luis Alberto. “Él a las cinco de la mañana salió, estaba ordeñando en una finca cercana aquí en Tolú Viejo, salió, yo le pregunté: ¿a qué horas viene?- me dijo, ¿para qué?, para estar pendiente a qué hora llego para que cuando estés en la calle te vengas corriendo y me eche a reír”.

Agrega que fue con su cuñada a buscar a Robinson Barbosa, (el reclutador) “porque a nosotros nos dijeron que había sido él que se lo llevó, fuimos y él con una risa como arrogante nos dijo: ellos están trabajando y están bien vienen dentro de ocho días”.

Doña Dialides precisa que se enteraron que a su hijo Luis Alberto lo habían matado por medio de los padres del otro muchacho. Con resignación murmura que 14 años después de los hechos, espera que eso no suceda más, “a mí me mataron uno en Macayepo, con este son dos, el otro hijo estaba en un baile lo mataron, lo sacaron del baile”.

Alberto Antonio Mejía Montes tiene 60 años, es el padre de Luis Fernando Mejía, quien tenía 17 años cuando salió a cumplir la cita con la muerte el 2 de agosto de 2007. “Me habían dicho que le ofrecieron un trabajo en una finca y que iba a ganar bien y yo le dije -me hace el favor por allá no va es peligroso hay mucha guerrilla y paramilitares. No papá es una finca, voy a ganar 750,000 pesos-”, sostuvo.

Subraya que al mes “se regó la voz de unos muertos, el profesor del bachillerato  vino trayendo la noticia,  que había unos muertos en Chinú y trajeron la noticia que a todos los muchachos los habían matado, decían que tuvieron enfrentamientos con el ejército, ¿ pero cómo, si  fueron a trabajar a una finca?, se preguntó entonces Mejía.

Añade que a su hijo y otro muchacho los enterraron en una bóveda. “Un sepulturero me dijo que trajeron unos muchachos y los tiraron desnudos, que le habían quitado la ropa y le han puesto el uniforme que no está magullado, la ropa que estaba magullada era la ropa con la que ellos se habían ido, después que los mataron les pusieron uniforme”, comenta don Alberto.

Recuerda que le mostraron un video de la Sijín en Chinú donde estaba su hijo en la morgue. “Lo sacaban en una camilla, tenía un diente sacado, todos tenían un diente sacado y el hijo mío tenía un ojo cerrado y el otro abierto de la agonía porque lo están torturando. En otro video muestra que está perforado de balas por detrás o sea que los pusieron a correr y les dispararon con fusiles”, enfatiza con desilusión.

Alberto Antonio Mejía no oculta la frustración cuando dice que están olvidados, “eso sucedió hace 14 años, no he visto que se haya hecho justicia, nos buscaron un abogado ahí que nos pagó una plata como si nos hubieran pagado un perro o un cerdo y listo se acabó todo y así se quedó”.  Un abogado de Barranquilla, dicen las familias, los convenció para firmar un documento  en el cual desistían de demandas contra el Ejército Nacional y a cambio les entregaron entre 30 y 35 millones de pesos por cada joven asesinado, "nos engañaron, se aprovecharon de nuestra ignorancia y necesidad", dicen los familiares de las víctimas.

El hijo de doña Virna Inés Ayala tenía 21 años, se llamaba Jhon Jairo Colón, se fue de Tolú Viejo con otro muchacho llamado Deyner José de Hoyos el 12 de julio de 2007, los dos fueron asesinados ese mismo día. “La Brigada 11 de Montería fue la que mató a mi hijo con los demás compañeros”, afirma sin vacilar. Cuenta que ese día estaba trabajando en las calles de Tolú, “cuando vengo no estaba en la casa, me dijeron que había salido y a su papá le dijo que volvía ahora y que iba a hacer un mandado, y espere y espere,  hasta la presente”.

Doña Virna solloza y dice que “todavía es la hora que no he podido recuperar el nombre de mi hijo”. Se enteró que lo habían matado a los dos meses cuando un periodista le dijo que su hijo Jhon Jairo estaba muerto en Chinú, “que lo habían matado porque era guerrillero y estaba extorsionando,  había muerto en combate, enterrado como N.N”.

Concluye que ni ella, ni su esposo se han recuperado por la muerte de su hijo. “No nos han pedido perdón, ni nada, pido que me reparen a mi hijo como debe ser, no he sabido la verdad,  no sé cómo pudo pasar,  porqué los mataron si eran unos jóvenes ,mi hijo no era malo, ni ninguno de ellos tampoco”, reitera entre lágrimas, Virna Ayala.

El periodista Jaime Vides cubrió hace 10 años en Sincelejo el juicio al coronel Luis Fernando Borja, quien confesó  que ordenó la muerte de por lo menos 50 jóvenes civiles para ser presentados como bajas en combate y así cumplir la cuota que les exigían los altos mandos.

Cuenta que le llamó la atención que el Coronel Borja dijo en la audiencia que para no perder su cargo había decidido empezar a hacer las ejecuciones extrajudiciales, “cosa que me pareció horrorosa,  matar más de medio centenar de personas por no perder el cargo y por eso empecé a averiguar quién era el coronel Luis Fernando Borja y encontré que había llegado en marzo de 2007 como comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta y empezaron a aparecer las presuntas bajas de guerrilleros”, señala el periodista Vides.

Advierte que los 11 jóvenes asesinados en Tolú Viejo, “no eran más que personas desocupadas en su mayoría, que ansiosos por conseguir un trabajo cualquiera  los podían engañar y eso fue lo que sucedió”.

Jaime Vides rememora que el coronel Borja “empezó a contactar traficantes de personas para conseguir muchachos con el argumento de qué iban a trabajar en fincas, que iban a ganar mucho sueldo, los muchachos aceptaban y día después aparecía muertos y uniformados. Fue muy ordinaria la forma como los mataron,  muy evidente,  además repugnante en la medida que algunas tallas de los uniformes les quedaban demasiados grandes por decir talla 32 y aparecían con tallas con tallas 38 o 40, a algunos le quedaban muy cortas”, relata Vides.

El (Borja), empieza a admitir ante la avalancha de testimonios y evidencias que le implicaban como director de la Fuerza de Tarea Conjunta, que lo hacía porque no quería perder el cargo,  el argumento más horripilante que he oído en toda mi vida, por eso cuando me tocó escribir para el Heraldo,  titulé que se había convertido en una fábrica de muerte”, contó el periodista Vides.

El coronel Luis Fernando Borja se acogió a la JEP y ya está libre, al igual que el 98 por ciento de militares implicados en el caso 03, por los llamados falsos positivos, ha manifestado el deseo de reunirse con las familias de los muchachos que ordeno asesinar  para pedirles perdón, pero hasta ahora no se ha dado ese encuentro.

Los 11 jóvenes de los falsos positivos de Tolú Viejo hacen parte de los 6402, “la cifra de la infamia”, afirman estas madres olvidadas del departamento de Sucre.

Fuente

sistema integrado

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