Rebeldía wayúu: niñas rehúsan casarse en rancherías de La Guajira

Para muchas niñas indígenas, los matrimonios a los que son sometidas son una especie de confinamiento.

Indígenas wayúu bailando la danza tradicional de la Yonna
AFP

Herlency

Gutiérrez

María tiene 16 años y hace dos huyó de su ranchería. Lo hizo cuando un pretendiente ofreció por ella 20 millones de pesos. Su familia aceptó, ella no.

Yo no me fui a vivir con él porque no me dejé, no quise”. Uno se siente como rara, como un animal que están vendiendo. Yo tuve que salirme de la casa, hay otras niñas que se atienen a lo que dicen sus padres pero yo no, yo no me dejé, no quise”, dijo.

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Ella es wayúu, etnia indígena ubicada en el departamento de La Guajira, zona norte de Colombia. En esa cultura casan a las niñas tras su primera menstruación.

Carmela Obediente Vangrieke, de 66 años y autoridad tradicional, comenta que “los matrimonios en sí no tienen una edad especifica; hasta antes de que la niña se desarrolle si tiene un pretendiente de lo que merece en su nivel social, la preparan para ese hombre”.

Agregó que “no esperan a que él la enamore, si a él le gustó la niña, va a donde sus padres y les dice ‘cuando esta niña esté preparada para ser una mujer de hogar, la voy a pretender soy yo’ y la preparan para el señor que va a dar lo que puede dar por ella”.

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Lo que es tradicional y cultura para los wayúu es delito en la legislación ordinaria colombiana. El abogado y experto constitucionalista Nestor Osuna explica que “esas tradiciones y esas expresiones culturales, tienen como límite los derechos humanos y la Constitución. Es un delito grave, es un delito de carácter internacional, los delitos sexuales con menores de 14 años de edad. Y frente a eso no cabe apelar a la diversidad cultural”.

Es delito y sigue ocurriendo, pero hoy las niñas wayúu se están oponiendo:

"Yo digo que no y ya".

- ¿Si te obligan? -

"Si me obligan ahí sí me tengo que escapar".

-Y, ¿la niña puede decir no? –

"No. Ella tiene que obedecer, ella no puede decir no".

Ella es Diana, tiene 16 años. Vende mochilas en la zona turística de Riohacha, no se quiere casar a temprana edad.

En la etnia wayúu, las mujeres son entregadas a cambio de chivos, vacas, collares o dinero. La familia recibe esta dote, el hombre recibe a la mujer y desde ese momento ella le pertenece.

“No es una venta como dicen ‘que vamos a comprarla, no’; ese es el matrimonio, ese es el respeto que en la cultura se le da a una mujer, darle una dote, la dote no es compra”, precisó Carmela Obediente.

Hasta el momento los padres de Diana han respetado su determinación y no la han dado en matrimonio. Y en caso de que algún buen ofrecimiento los ponga a tambalear, huir es lo que haría. Ella quiere ser profesional y sabe que al estar casada sus deberes serían distintos:

La mujer es la que trabaja, cocina, la que lava la ropa”, indicó.

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Así como hay quienes rehúsan del matrimonio también hay quienes obedecen y siguen la tradición, como Sara. La conocí una tarde en una ranchería ubicada en zona rural de Riohacha, vestía una larga manta azul; también tiene 16 años y desde hace tres está casada. Su esposo tiene 33 años, ella era estudiante de séptimo grado y él conductor de la ruta escolar cuando la conoció.

“Él me transportaba en el colegio, me llevaba a la casa, él le dijo a mi papá ‘estoy enamorado de tu hija’, y mi papá dijo ‘ah bueno, has lo que tú quieras con ella. Y yo me casé”, recuerda mientras se acomoda su largo cabello negro desordenado por la brisa.

- ¿Estás estudiando?

"No".

-Y, ¿por qué no sigues estudiando?-

"Porque él no me deja estudiar".

- ¿Qué te la pasas haciendo? -

"Nada, aquí en la casa; tejiendo".

La abogada y escritora wayúu Estercilia Simanca resalta que le corresponde a la justicia ordinaria proteger a las niñas de la etnia.

“Las instituciones no deben lavarse las manos con que son ‘usos y costumbres’, no. Ante los usos y costumbres están los derechos internacionales de los niños”.

El sol empieza a caer sobre los árboles secos de la ranchería, predios donde no hay agua, energía ni gas. Ya es hora de atizar el carbón; Sara debe preparar la comida para su marido. Mientras tanto, las tardes de María y Diana están entre el trabajo y los libros. Una huyendo y la otra planeando hacerlo.

La rebeldía de las niñas wayúu está llegando a las rancherías ante la ausencia de aplicación de leyes que deben protegerlas. Ir en contra de las tradiciones, implica para ellas ser desterradas de sus territorios. Hay quienes prefieren ese destierro y no estar confinadas a matrimonios.

Fuente
RCN Radio