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Una investigación académica concluyó que los plaguicidas usados en cultivos de la localidad de Usme, afectaron a niños de la localidad
Javier Jules. RCN Radio

Un total de 232 niños habitantes de las zonas rurales de Usme y Sumapaz, resultaron afectados por los plaguicidas que usan en los cultivos de la región.

Investigadores y académicos encontraron que en el organismo de las niñas y niños, hay rastros de sustancias químicas que incidieron directamente en factores como la pérdida de concentración, entre otras afectaciones neurológicas.

Una fecha; mediados de septiembre de 2017. Una comunicación; la que se inició desde una institución educativa en la zona rural de Usme, en límites con Sumapaz, dejando entrever una serie de anormalidades en los estudiantes.

Nancy Molina, doctora en Ciencias de la Salud y profesora de la Universidad Nacional, dijo que ese llamado hecho por profesores de la zona, fue el inicio de un proyecto que involucró a entidades públicas y académicas y que dio como resultado un escenario muy preocupante.

“Nos llamaron la atención por una aparente relación percibida por ellos, en términos de las dificultades de aprendizaje de los niños y el hecho del uso de plaguicidas en el territorio, que permanentemente se percibían por el olor que emanaban en el momento de su utilización en horarios escolares”, señala la coinvestigadora principal.

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Comprobar si el uso de plaguicidas para fumigar cultivos de papa, arveja y cebolla, entre otros, estaba afectando la salud de los niños de la zona rural de Usme y Sumapaz, comprometió el esfuerzo de varios investigadores.

Niños de Usme y Sumapaz, afectados por el uso de plaguicidas

El médico John Benavides, doctor en Salud Colectiva, docente de la Universidad del Rosario, explicó que se diseñó un plan para realizar el trabajo en el terreno.

“Les preguntamos a las familias sobre el uso (de plaguicidas), pero fuimos a averiguar si estaba el veneno dentro del cuerpo. Evaluando la orina de los niños, sí estaba allí, el veneno había ingresado en el cuerpo de los niños”, afirma el también co-investigador principal del proyecto.

Un total de 232 niños fueron incluidos en la investigación. Diana Varela, doctora en Química y con experiencia en investigación en el desarrollo de métodos instrumentales de análisis específicamente plaguicidas, explicó que las muestras se analizaron en Colombia y en Suecia.

“Un personal de apoyo del proyecto de investigación recolectó las muestras, las trajimos y almacenamos a temperatura ambiente, las muestras de uñas y cabello y las muestras de orina las almacenamos a temperaturas de -20 grados centígrados para conservar al máximo estos rastros de contaminantes agroquímicos que queríamos observar”, agregó la profesora asociada de la Universidad EAN.

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Se buscó el rastro de 23 clases de químicos. Los resultados sorprendieron a los investigadores. “Ningún niño, ni niña, está libre de los venenos. Todos están contaminados, pero era muy extraño porque hay venenos que ni siquiera se permite la venta en Colombia”, reveló Benavides.

Manganeso, cadmio y plomo, fueron los metales encontrados en los 232 niños que hicieron parte de la investigación.

Entre los factores más preocupantes, señaló Varela, es que “había una concentración mucho mayor (de los metales), estableciendo los límites de residuos de lo que puede tener el cuerpo humano y más en la edad de los niños, entre cero y siete años”.

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Investigación académica reveló que niños expuestos a plaguicidas fueron afectados neurológicamente

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Efectos y consecuencias irreparables

Las sustancias halladas en el cuerpo de los menores, también representaron afectaciones de tipo neurológico. “Encontramos que fue un deterioro muy grave, de la memoria de trabajo y de la velocidad con la que el niño piensa”, agregó el médico Benavides.

Aunque el trabajo se hizo en Usme y Sumapaz, teniendo en cuenta que para las comunidades campesinas la agricultura es uno de los renglones más importantes para su economía, este tipo de escenarios, según los investigadores, es muy probable en otras regiones del país.

“La raíz del problema está en asumir que no hay otra manera de producir alimentos, entonces aquí tiene mucho que ver todo el esfuerzo que se viene haciendo a nivel nacional y planetario, de pensar en la necesidad de cuidar la vida, de cuidar los ambientes, de cuidar las fuentes de agua, de cuidar el territorio”, puntualizó la fisioterapeuta Molina.

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Los niños con problemas de aprendizaje de Usme

Usme es una localidad de Bogotá en la que todavía se respira campo. Está rodeada del verde de las montañas y sus cultivos de papa, cebolla y arveja.

En uno de esos cultivos trabaja Camilo, tiene 13 años y grandes ojos azules. Sin soltar el azadón nos contó que dejó de estudiar y desde los 10 trabaja arando a tierra.

¿Y estás en el colegio? 

-No señora-

¿Y por qué? 

-Porque no me gusta-

“Si no sirve para el estudio, que sirva para el trabajo”, es lo que sentencia su padre, quien está a pocos metros acomodando los bultos de papa que ha recogido.   

“Él quedó en cuarto de primaria. No quiere hacer caso y no quiere ir al colegio. Ya que no sirve para el estudio, que sirva para el trabajo, por eso lo traigo para acá”, comentó.  

Camilo es uno de los 232 niños que hizo parte del estudio realizado por investigadores, quienes en los últimos años demostraron la relación existente entre los plaguicidas usados en los cultivos y el déficit de atención y problemas de aprendizaje de los menores de varias zonas rurales de la capital colombiana.  

“Muchos chicos sienten que el estudio no es lo de ellos; abandonan la escuela y se ponen a trabajar. Los niños se esfuerzan mucho y sienten que no logran entender las matemáticas o que no logran sacar las ideas principales de una lectura; todo esto se convierte en cosas muy complicadas para ellos y para las familias, explicó Carlos Alberto Méndez Orjuela, orientador del colegio El Destino, ubicado en una de las veredas de Usme. 

Es hora del recreo. Los estudiantes corren por el campo abierto; otros suben y bajan de los columpios, mientras el profe nos cuenta esto: 

“En los colegios identificamos niños con dificultades de aprendizaje y generamos unas listas. En las listas de este colegio aparece afectado el 20 por ciento de estudiantes y ese es un porcentaje muy alto”, indicó. 

En Usme la mayoría de los habitantes tienen sus propios cultivos, o sino, tienen al lado o al frente los de sus vecinos; y en estas parcelas se usan agroquímicos, lo que podría explicar el riesgo potencial para los niños.  

“Al frente del colegio El Destino, en menos de 100 metros hay un cultivo de arveja; entonces, en el momento en que hacen la aspersión, todo alcanza a llegar a la institución y afecta la salud de nuestros niños”, relató Carolina Beltrán.

Ella tiene un hijo de 10 años quien hizo parte del grupo de niños que fue analizado por los investigadores. 

“Él lleva un desarrollo cognitivo realmente lento; cuando le hicimos la prueba cognitiva, el psicólogo me dijo que realmente presentaba un déficit de atención bastante fuerte”, manifestó.  

A su hijo José ya le contaron sobre los resultados del estudio: 

-Me dijeron que tenía rasgos de químicos por los cultivos-

¿Y qué piensas sobre eso?

-Que puede afectar a los niños de la zona-

¿Eso te preocupa?

-Sí me preocupa y mucho-

En otra zona de Usme vive Karen Garzón. Para hablar de su niña, se sentó en unas rusticas tablas de madera que hacen las veces de silla, mientras a su espalda tiene un sembradío ajeno que parece desprenderse de las imponentes montañas que están a su alrededor.  

"Ella es una niña de casa, se llama Sharin, tiene 12 años, y se le dificulta la concentración. Nosotros vivimos en veredas y alrededor de nuestra casa hay cultivos, por supuesto; pero ella no tiene contacto directo con los químicos”, precisó. 

Sharin desde que nació ha vivido en la misma casa y su padre, aunque es agricultor, no es el encargado de las labores de fumigación. Ella también ha empezado a entender los resultados de los análisis que le hicieron para determinar si en su cuerpo había residuos de los plaguicidas que se usan en los cultivos para la eliminación de insectos y hongos. 

“Yo a mi hija le dije: ¿te acuerdas del examen que te hicieron en tus uñitas, en tu cabello? Y me comentó que sí lo recordaba. Enseguida me preguntó si eso le traía consecuencias, y le expliqué que seguramente su falta de concentración no es por falta de compromiso sino por los químicos que ya tiene en su cuerpo. Ella me preguntó que cómo se eliminaba eso, y le dije que no lo sé”, relató. 

Quien tampoco lo sabe es otra mamá que se llama Claudia Camargo; señala los cultivos que tiene en su finca. Arrulla a la bebé que tiene en los brazos, y expresa preocupación por su niña de 13 años, quien, de acuerdo con los estudios, también tiene en su cuerpo residuos de plaguicidas, o en palabras de los investigadores, residuos de agro tóxicos. 

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“Esto es muy preocupante. Yo me pregunto: ¿Ahora qué sigue? ¿cómo vamos a enfrentarnos a esta realidad?, ¿cómo vamos a exigir mayor control al gobierno?, ¿qué se debe hacer para que nuestros niños no se compliquen más? 

En Usme, aunque hay niños afectados por plaguicidas, todo parece tan tranquilo y tan normal como el paisaje que rodea a esta localidad de Bogotá. 

Qué dice la normatividad sobre el uso de plaguicidas

De acuerdo con la Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades del Departamento de Salud de los Estados Unidos, “dependiendo de la cantidad y duración de la exposición, respirar o ingerir clorpirifos puede producir una variedad de efectos sobre el sistema nervioso, desde dolores de cabeza, visión borrosa, y salivación hasta convulsiones, coma y la muerte”.

En el caso del Mancozeb, una sustancia usada para el control de enfermedades fungosas en los cultivos, es considerado probable cancerígeno humano por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos.

La comercialización de las dos sustancias, considerados entre los ingredientes activos más usados en Colombia, está permitida en el país.

La red hospitalaria, autoridades distritales y otras universidades se han sumado al esfuerzo que hoy busca, en primera instancia atender y acompañar a los niños que han sido afectados y, por otro lado, promover un modelo distinto de producción en el que el uso de plaguicidas, en el agro colombiano se reduzca, a su mínima expresión.

Por Herlency Gutiérrez y Javier Jules

Fuente

RCN Radio

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